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Hay que remontarse tan atrás para encontrar una derrota que ya parece imposible que el Son Amar Palma vuelva a perder. El grupo de Marcelo Méndez es el club más en forma del voleibol europeo. Diecinueve victorias consecutivas y una progresión que parece no tocar techo son los argumentos que acredita el equipo balear cuando comienzan a asomarse los partidos importantes. Con la Supercopa en las vitrinas, apuntan ahora a la Copa del Rey, Copa Top Temas y Superliga Masculina. El primer objetivo es lograr el vigésimo triunfo consecutivo. La víctima se llama Jusan Canarias.

De hecho a partir de la sexta jornada de Superliga todo cambió. El Son Amar Palma se olvidó de perder y el equipo inició una racha impresionante. Todos los rivales del campeonato español -a excepción del Jusan Canarias, rival este fin de semana- han caído derrotados ante los mallorquines y por el camino se han logrado triunfos muy prestigiosos.

Resulta paradójico que el Son Amar Palma pueda alcanzar la cifra de veinte victorias consecutivas precisa- mente contra el último equipo que ha conseguido ganarle. Hay que remontarse hasta el 22 de octubre para encontrar una derrota del equipo mallorquín. Corría la sexta jornada de la competición doméstica y el conjunto balear todavía estaba en plena pretemporada.

Azotado por las lesiones de componentes importantes del equipo en el comienzo del curso y por la llegada tardía de Volodimir Titarenko, Marcelo Méndez tuvo que recurrir a un equipo de circunstancias durante los primeros encuentros. Cayó en la jornada inaugural ante el Elche y cuando perdió ante el Jusan Canarias en la sexta jornada las dudas parecían apoderarse del proyecto.

Marcelo Méndez y la plantilla siempre creyeron en sí mismos. Eran conscientes de que la llegada tardía de internacionales como Antiga, Falasca o Moltó había provocado que el bloque acusara ciertos desajustes en las primeras jornadas y que las bajas, especialmente por el centro, habían desembocado en derrotas ficticias.

Cuando la plantilla cumplió su primer mes de entrenamientos -después de esa segunda derrota-, la perspectiva era distinta. El Son Amar pujaba al alza. Seguían contando con un equipo demasiado corto -Casilla no llegó a recuperarse nunca-, pero todo era distinto.

Las sensaciones en la pista eran diferentes. Porporatto era el jugador que se esperaba. Titarenko comenzó a funcionar. Freitas se adaptó. Y Antiga se cansó de perder y dió muestras de su enorme calidad. Con sus compañeros en forma, Falasca sólo tuvo que mover los hilos; encontrar la jugada oportuna en cada momento.