Un grupo de aficionados protestan tras el partido, ayer, en Son Moix. Foto: MONSERRAT

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El día señalado para la remontada desembocó en un epílogo de tormento, en un final teñido de negro y cargado de ira con la grada poblada de pañuelos y un dañino «fuera, fuera» resonando por todos los rincones de Son Moix. El grupo balear abrió la lata con un golazo de Arango en su único disparo a puerta de todo el partido, se dejó empatar diez minutos después en una jugada rocambolesca que culminó Vivar Dorado y cerró el choque en plena tormenta, con la tribuna pidiendo a gritos una solución para taponar la crisis -el equipo es colista, suma nueve jornadas sin ganar y casi cuatro meses sin vencer en Son Moix- y el presidente refugiándose de la pañolada en el palco (1-1).

Y es que el Getafe hurgó en la herida a base de toque y fútbol, de criterio y solidaridad, de ganas y orgullo. Precisamente nada de lo que expuso ayer el Mallorca sobre el tapete de Son Moix. Sólo Nunes, Pisculichi y Basinas, que se estrenó con la camiseta bermellona, se salvaron del enésimo desastre balear, un bloque desordenado, apático y ramplón que paseó su tristeza durante toda la entrega.

Los primeros minutos se vistieron de azul. El Getafe sólo necesitó catorce segundos para avisar a la grada de lo que se le avecinaba. Riki templó un balón, divisó el horizonte y dibujó un pase perfecto a Güiza. El jerezano le ganó la espalda a Tuzzio, una constante que se repitió durante todo el partido, y remató fuera. Con el Mallorca tembloroso, los de Schuster comenzaron a jugar.