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Después de una semana volcánica en los pasillos de Son Moix, con la dimisión de Ramón Rosselló y el macroproyecto de Vicenç Grande copando titulares y minutos, el Mallorca se reencuentra con el fútbol. Y lo hace con la autoestima reforzada, la mochila cargada de puntos y la intención de dejar la zona pantanosa lo más lejos posible. Si los resultados le acompañan, el salto podría resultar de órdago para las opciones de permanencia. Enfrente, un rival de lujo que ha ascendido hasta el Olimpo a base de fútbol y gestión. El Villarreal, aquel equipo de barrio que evitó el descenso a Segunda B a costa de frustrar un ascenso del Mallorca a Primera no hace tanto tiempo -Prats era el portero bermellón en aquella veraniega tarde de 1992-, comparte hoy escenario con los ocho mejores bloques de Europa y se presenta en la Isla como uno de los equipos más temidos del continente. Incluso Rijkaard suspiró anteayer cuando el sorteo de Champions no le emparejó al Villarreal. (17.00 horas, Son Moix).

El Mallorca afronta la entrega con la intención de desmarcarse definitivamente de la lucha por la supervivencia. Las huestes de Gregorio Manzano han reforzado notablemente su estado de ánimo gracias a la eficacia expuesta en sus últimas actuaciones -suma siete de los últimos nueve puntos- y quieren ratificar la mejoría para seguir respirando sin dificultad. El Mallorca va a apostar de nuevo por su once clásico con la misión de seguir engordando su cuenta corriente. Pereyra y Basinas, renqueantes durante la semana, llegan al envite en óptimas condiciones. Manzano citó a dieciocho jugadores y excluyó de la lista a Potenza, Braulio y Maciel, por cuestiones técnicas, y al japonés Yoshito Okubo, lesionado.

Aunque el objetivo prioritario es la victoria, la premisa básica consiste en seguir cotizando al alta. En las últimas temporadas, la visita del Villarreal ha sido siempre dolorosa y hay que remontarse a la temporada 2000-01 para dar con el triunfo más reciente en Son Moix ante el conjunto amarillo. Desde entonces, todo han sido lamentos frente a un rival tradicionalmente gafe para los intereses rojillos.