ESPAÑA (15+25+20+15): Calderón (7), Navarro (4), Jiménez (4), Garbajosa (19), Pau Gasol (19) -cinco inicial-, Rudy Fernández (4), Sergio Rodríguez (14), Reyes (2), Mumbrú (-), Cabezas (2) y Berni Rodríguez (-).
ARGENTINA (21+18+17+18): Sánchez (13), Ginobili (21), Nocioni (15), Scola (8), Oberto (2) -cinco inicial-, Wolkowyski (6), Prigioni (-), Delfino (3), Herrmann (6).
Arbitro: Brazauskas (LTU), Carrión (PUR) y Bachar (ISR). Excluyeron por personales a Delfino (m.36).
Jorge Muñoa|SAITAMA
España estará mañana, Día D, a las 12.30, Hora H, en la pista del Saitama Green Garden para jugar ante Grecia por el oro mundial, el mayor éxito de la historia del baloncesto español, sufrido hasta el último instantes frente a una Argentina titánica.
Un final de incertidumbre, con Pau Gasol roto en el banquillo por una torcedura de tobillo, después de un comienzo aterrador (2-13) y en medio de una presión insoportable, España rompió las ataduras que durante décadas la han separado del éxito absoluto. Ahora ya tiene la plata. Una plata de incalculable mérito por la entidad del rival en semifinales. Una plata que puede ser oro. Sea lo que sea. Es el mayor éxito del baloncesto nacional junto con la medalla de Los Angeles'84.
Una generación de campeones del mundo, la de los júnior de Lisboa'99, un cuerpo técnico brillante a las órdenes de José Vicente Hernández y unos jugadores de experiencia ejemplares son los responsables.
El ritmo. Siempre el ritmo. Sobre ese objetivo se libró la lucha por la final mundialista entre españoles y argentinos. La velocidad que querían los primeros y la pausa que deseaban los segundos. Un equipo explota todos sus bazas cuando corre. El otro cuando funciona al paso. Los dos técnicos persiguieron el diapasón desde las pizarras y lo erigieron en el Santo Grial del choque.
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