Jorge Lorenzo ducha a una azafata en la celebración de su victoria ayer en Australia. Foto: FORTUNA APRILIA

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Fernando Fernández Qatar y Jerez, las dos primeras pruebas del Mundial, fueron un reflejo del monólogo en el que se ha convertido la puja por el título de 250 centímetros cúbicos. Su defensor ha dejado claro carrera tras carrera que no había color. Que la Aprilia roja, la del número uno alado en el carenado y el portador del casco dorado era la máquina a seguir y que el cuarto de litro se le había quedado pequeño a un Jorge Lorenzo que pide a gritos un hueco en la historia y en la selecta familia de MotoGP. Este año tocará sufrir menos. O apenas padecer, porque Jorge se encargó de dejarlo todo resuelto a falta de dos carreras. Sólo un catalismo impedirá que el título vuelve de nuvo hacia Mallorca. Sumar cinco puntos, o ser undécimo a fin de cuentas, es el resultado que le vale al pupilo de Dani Amatriaín. Al hombre que ha devuelto a Aprilia el reinado en la cilindrada intermedia. El instinto de supervivencia de Andrea Dovizioso es el argumento que le mantiene con vida, agonizando en la general eso sí. Ya no depende ni de sí mismo, pero ha demostrado que en cuanto a regularidad, pocos pueden con el de Forli, que ha sacado petróleo de una moto muy inferior al resto de los ingenios de la factoría de Noale. El cava ya se ha puesto a enfriar en el Hospitality del equipo Fortuna Aprilia. Sepang será el escenario de la nueva exhibición de un piloto que ha extendido los dominios del «Lorenzo's Land» hasta nuestras Antípodas. Jorge reina en australia, pero también en la historia del motociclismo. Se ha hecho grande en Australia, ya tiene más de mil puntos en su haber, rompe todos los registros y, con una victoria más, será el más grande en una temporada. Por delante ya sólo quedan los grandes. Y muchos años de gloria para el deporte de las dos ruedas en nuestro país.