El Mallorca llega tarde. El mejor sprint final de su historia en Primera División, con seis victorias consecutivas, no ha sido suficiente para abrazar la gloria y alcanzar la Tierra Prometida. Una hora en la Copa de la UEFA en la última jornada es el premio moral que puede saborear el grupo balear después de completar los 38 capítulos de la Liga.
En el vestuario bermellón han convivido el máximo goleador del campeonato (Dani Güiza, 27 goles), el mejor pasador (Ariel Ibagaza, 13 asistencias) y una de las parejas más certeras del curso (Güiza-Arango, 39 tantos). También se ha visto al Mallorca con más pegada de la historia (69 goles) en un curso con arranque de maratoniano y un sprint de velocista.
El grupo de Manzano echó ayer el cierre a una temporada que debe ocupar un lugar de privilegio en la pinacoteca del club. Después de casi un lustro de oscuridad, de divisar la línea de meta con la soga al cuello, el proyecto 2007-08 quedará enmarcado como la cuarta mejor campaña de su historia en la nobleza: 7º con 59 puntos. Sólo en las campañas 2000-01 (3º, 71 puntos, Luis Aragonés), 98-99 (3º, 66, Héctor Cúper) y 97-98 (5º, 60, Héctor Cúper) presentó mejores notas al final del curso. También Manzano ha obtenido su mejor botín. Ni siquiera el regusto amargo que dejó el agónico triunfo del Racing, que le birló de las manos el billete europeo, empaña un año notable, aliñado con un puñados de récords.
Dani Güiza es el abanderado de un campeonato extraordinario, plagado de registros legendarios. Como el histórico 7-1 al Recreativo. Las 15 jornadas consecutivas marcando. Los triunfos en Mestalla -por primera vez en su historia- Camp Nou, Santiago Bernabéu (en Copa) o San Mamés. De los 69 goles. De la escalada en la segunda vuelta, 37 puntos, una marca sólo superada por los 40 de la campaña 2000-01. Del dúo goleador formado por Güiza-Arango (39 goles). De los 4 triunfos seguidos a domicilio. Y de las dos únicas derrotas en la segunda parte del torneo...
La temporada amaneció cargada de optimismo. La exhibición ante el Bayern de Munich en el Ciutat de Palma abrió el libro de la ilusión. Una defensa cohesionada; un centro del campo de trabajo y clase y un ataque demoledor, con Güiza y Pierre Webó como actores principales.
Sin embargo, la lesión del camerunés trastocó los planes del verano. Manzano retocó su pizarra e incrustó a Arango por detrás del punta. El grupo isleño acusó el mazazo y cerró el primer mes con una derrota hiriente en el Manuel Ruiz de Lopera ante el Betis...de Cúper (3-0). Fue el primero y el único partido como visitante que no vio un gol del Mallorca. En los 18 restantes facturó al menos un tanto en su equipaje, otro récord que añadir al cuaderno de bitácora de este campeonato.
Entonces, resurgió la casta del equipo, un bloque que jamás ha dado un balón por perdido. Que nunca ha entregado las armas. Una remontada ante el Getafe y un triunfo notable en El Colombino impulsaron a un Mallorca que encadenó su mejor racha de la primera vuelta.
Cuando el equipo caminaba como un funambulista experto por el alambre de la Liga, una nueva desgracia en forma de lesión (esta vez de Moyà) provocó de nuevo un socavón. El Mallorca perdió peso en el cambio de año -un triunfo en doce jornadas- que le empujó incluso a coquetear con el descenso: sólo un punto de ventaja en la jornada 20...
La Copa del Rey endulzó los sinsabores del torneo doméstico. Una remontada ante Osasuna y una histórica eliminación frente al Real Madrid (2-1 en casa y 0-1 en el Bernabéu) encendieron la chispa de la ilusión. La entidad del rival en cuartos (Getafe) invitaba a pensar de nuevo en una gesta en el torneo del K.O. Sin embargo, un gol de Granero en la recta final del partido provocó la caída.
La eliminación supuso un acicate. El Mallorca comenzó a encadenar jornadas sin perder -nueve- salpicadas con siete empates que le mantenían en tierra de nadie. Incluso Güiza parecía atascado. El jerezano estuvo cinco jornadas sin marcar. La racha se rompió a lo grande. Con un histórico 7-1 al Recreativo que provocó la euforia. La Copa de la UEFA estaba lejos, pero no imposible.
Ni siquiera la injusta derrota en Montjuic alteró los planes de un equipo que puso la directa en marzo. Rompió la maldición de Mestalla (0-3), una victoria de lujo que unido a la posibilidad de que Güiza alcanzara a Luis Fabiano provocó una corriente de fe enorme. Europa pasó a ser un objetivo prioritario, un sueño para la facción mallorquinista, hasta que llegó Iván Bolado...
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