El mallorquín Rudy Fernández intenta anotar ante la defensa de Yao Ming. Foto: KEHIM ORTEN

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Acababa el tercer cuarto del que tenía que haber sido un partido más. Alucinados muchos de los más de once mil espectadores que llenaban el pabellón de Wukesong, algunos de ellos pensaban que lo que estaba pasando no era real. Faltaban diez minutos de juego efectivo y China, más anfitriona que potencia baloncestística, se permitía la licencia de mandar por catorce puntos (61-47) ante los campeones del mundo, tal vez ante la mejor rotación de los Juegos. Y eso que llegó a hacerlo por uno más (52-37, minuto 22). Tuvo que emplearse a fondo España para evitar un ridículo que a muchos hizo recordar el angolazo de Barcelona 92 o el chinazo de Hamilton 94, los precedentes más sangrantes. España aprendió a sufrir y a ver que no todo es tan fácil como aparenta. Hasta que Rudy y Rubio decidieron coger la batuta ante la falta de respuestas por parte de un Calderón acelerado, Pau Gasol aplicarse sobre Yao Ming e imponer su físico en la pintura, y el equipo aferrarse a una defensa llevada al límite, los de Aíto naufragaban ante un ambiente más hostil que un rival al que el factor pista, sus constantes aciertos en el lanzamiento y el despiste generalizado español catapultaba hacia una gesta que podía haber desembocado en la tercera derrota de la selección desde 2005. España rectificó y forzó una prórroga en la que su presión dejó sin argumentos a un oponente que malgastaba la ocasión de su vida.

Calcado al del partido ante el 'Dream Team', China logró firmar un inicio arrollador. Ellos corrían con el balón, marcaban el tiempo del partido y presionaban a toda la pista en individual. Rudy era por entonces el sustento español. Aíto ordenaba presión a toda la pista y dejaba atrás la 1-3-1 ante los porcentajes de triples orientales y la facilidad de movimientos que acumulaban Yi y Zhizhi. La zona local colapsaba las ideas del equipo nacional y para colmo de males, España no funcionaba desde la línea de tiros libres y no aprovechaba ni la antideportiva a Liu para sumar. Se notaba que estaban incómodos. Zhu volvió a arañar desde larga distancia (44-33) y la crisis se acentuaba, aunque tenía un margen cómodo para maniobrar. Rudy era de los pocos que no fallaban, pero lo peor estaba por llegar. La dinámica errática se propagó en el descanso. Dos triples de salida (Liu y Zhu), en pleno despiste de los de Aíto, marcaron una máxima (52-37) en el momento en el que España tocó fondo. Peor imposible. Sin rival de entidad delante, Gasol pensó que era el momento, que más bajo no se podía caer. Sólo Zhizhi respondía con tiros arqueados y acababan penetrando por el cesto ante los albores de una remontada que se estaba gestando. La técnica al banquillo español y una acción de falta más tiro libre exprimida por Zhizhi (61-47, minuto 30) devolvían la incertidumbre y obligaban a un esfuerzo extra para defender el honor. La receta era sencilla. Limitado Ming por las faltas, había que apretar los dientes en defensa, llevar las posesiones chinas hasta los 24 segundos e impedirles que hallaran una posición cómoda de tiro. Si en ataque se aplica el manual habitual, el éxito parece asegurado. Ricky y Rudy se encargaron de pisar el acelerador y Gasol hizo el resto. Un parcial de 3-15 metía de nuevo a España en el partido. España abría espacios y encontraba canastas fáciles. Los árbitros se sacaron de la manga una falta de Ricky y éste le robó la cartera a Liu, atravesó la cancha lanzado hacia una penetración ganadora, pero el aro escupió la pelota de la victoria.

La prórroga (72-72) se convertía en un mal menor y en un problema gordo para China. Agotada física y tácticamente, la escuadra deKazlauskas tiró por la borda el partido. Pau barrió a Yao Ming, cuya eliminación certificó la defunción china.