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Fernando Fernández|PEKÍN
Salvo André Agassi (Atlanta 96) y Yevgeny Kafelnikov (Sydney 2000), ninguno de los reyes del tenis mundial a lo largo de las dos últimas décadas pueden presumir de tener una medalla de oro olímpica en su palmarés. Consciente de que es un tren que pasa una vez cada cuatro años, Rafael Nadal ha reservado un espacio especial a los Juegos en un calendario que apenas le ha permitido estar poco más de una semana en casa desde que arrancó el año. Tras acumular siete torneos, entre ellos Másters Series como los de Monte Carlo, Hamburgo o Toronto, y por encima de todo, Roland Garros y la conquista de Wimbledon, además de minar la moral de un Roger Federer psicológicamente derrotado por el mallorquín, Nadal plasmará oficialmente mañana mismo uno de los objetivos que ha perseguido desde su entrada en el circuito: ser el número uno. Así se pone fin a un largo reinado a casi un lustro por parte del suizo, y se abre una nueva era que el de Manacor podría celebrar con el título de campeón olímpico, rubricando una campaña perfecta, en la que ha conseguido, de momento, todo lo que se ha propuesto. Es la última frontera que le resta por traspasar en plena cuenta atrás hacia el US Open.

El chileno Fernando González será el último obstáculo (aproximadamente a las 10.00, hora española). Un rival duro de roer, que mejorará el bronce de Atenas 2004 e intentará mantener la hegemonía de su país en el tenis olímpico (Nicolás Massú fue campeón hace cuatro años). No es un adversario asequible. Le gusta alargar los puntos, es un fondista de la raqueta que se hace incómodo, aunque después de apartar de su camino a un Djokovic que lo intentó de todas las maneras y acabó dejando la cancha entre lágrimas, parece que nada ni nadie se puede resistir a Nadal, que aterrizaba en Pekín una semana antes de los Juegos con la medalla en mente y ya la tiene en la mano.

Seis veces se han enfrentado ambos tenistas, con un balance equilibrado (3-3). Los últimos cara a cara se han saldado a favor del balear. Ambos en tierra, claro está (Hamburgo y Roma, ambos en 2007). En pista dura, el panorama cambia. El precedente más inmediato sobre esa superficie habla de una victoria de González en el Open de Australia de 2007 (6/2, 6/4 y 6/3), mientras que en Miami (aunque en 2004), también se impuso el sudamericano, que ha tenido un tránsito plácido hasta las semifinales, en las que tuvo que emplearse a fondo para darle la vuelta al partido y deshacerse de James Blake en una tercera manga apasionante (11/9).