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Fernando Fernández |PEKIN
La jornada se presentaba tan infernal como interesante para el mountain bike español. La baza de Marga Fullana era una de las más firmes que manejaba el equipo olímpico en Pekín. No en vano, a sus 36 años, la ciclista de Sant Llorenç aterrizaba en sus terceros Juegos (fue olímpica en Sydney y Atenas) con el cartel de campeona del mundo, ocho años después, y muchas esperanzas depositadas en poder igualar o mejorar el bronce de Sydney y, por encima de todo, borrar el triste recuerdo de hace cuatro años, cuando en su peor momento deportivo y personal vivió unos Juegos que resultaron un dolor de cabeza para la corredora. En Pekín, un nuevo abandono deja en el aire los sueños olímpicos de Marga, cuyo porvenir dentro de cuatro años -tendría 40- es toda una incógnita, al igual que su posible presencia en Londres 2012. La alemana Sabine Spitz, que imprimió un ritmo frenético a la carrera desde la primera rampa, se llevó el oro, por delante de la sorprendente polaca Maja Wloszczowska (plata) y la rusa Irina Kalentieva, que arrebataba el bronce en la última vuelta a la canadiense Catharine Pendrel.

Los cambios (colocación de piedras) en un circuito muy técnico, que no se amoldaba a las características de Fullana, quien criticaba los constantes toboganes y la ausencia de largas rampas, en las que suele romper la carrera la llorencina, y el plan de viaje y las intenciones del COE y la Federación Española hacia la ciclista, alejada en el espacio de su equipo personal para residir en la Villa Olímpica por primera vez en tres participaciones (Spitz, campeona olímpica, vivía en un hotel a cinco minutos del escenario de la carrera), acabaron por inclinar la balanza hacia un costado equivocado. Pese a todo, Fullana salió a por todas, dio otra muestra de profesionalidad. Se supo imponer a los impedimentos ejecutivos, inspeccionó el trazado y a las diez de la mañana (4 de la madrugada en España) del sábado 23 de agosto ocupaba su lugar en la primera línea de la parrilla de salida del circuito de Laoshan. El objetivo, una medalla, y si podía ser otro oro para completar un 2008 irrepetible con el logrado en el Mundial de Val di Sole, pues mejor.

Y fue infernal el día por el sol y la fuerte temperatura que castigó a las ciclistas a lo largo de las seis vueltas a la pista de 4'4 kilómetros. Tanto, que se dispusieron dos zonas de avituallamiento y asistencia, e incluso la holandesa Elsbeth van Rooy tuvo que ser trasladada en ambulancia al sufrir las consecuencias del abrasivo calor.

Fullana salió tanteando a las rivales. No se movió de las primeras posiciones en el primer giro, previo a una ascensión que iba a dinamitar la carrera mucho antes de lo previsto. Entre medias, la chinaYing Liu se iba por los suelos. Una rival menos. El primer corte parecía el bueno. La canadiense Marie Helene Premont, Marga Fullana y Sabine Spitz tomaban el mando de la prueba, mientras la vigente campeona, la noruega Gunn Rita Dahle, empezaba su particular penitencia que, al igual que harían Marga y Premont, le llevaría a bajarse de la bicicleta.

Enseguida fue Sabine Spitz la que cogió la delantera. Unos metros, unos segundos que con el paso de las zonas se convirtieron en casi un minuto. El primer paso por meta dejaba veintiún segundos de renta de la alemana sobre Kalentieva y Fullana. Wloszczowska se colaba en el grupo bueno y 'chupaba' rueda para apurar sus opciones de subir al cajón. Le fue bien al final.

La segunda vuelta fue la de la confirmación de las intenciones de Spitz, que rodó casi en solitario durante la hora y tres cuartos de carrera. Por entones ya era casi de un minuto (49 segundos) respecto a la polaca, a la par que la canadiense Pendrel rebasaba a Fullana y Kalentieva. Empezaba lo más duro para la pentacampeona del mundo, que del tercer puesto pasaba al undécimo de manera vertiginosa. Le costaba encontrarse a gusto, cada subida se convertía en un suplicio y su cadencia distaba años luz de la imprimida por Spitz o Wloszczowska.

Se adivinaba lo peor. Las diferencias empezaban a ser infranqueables y Marga cedía dos segundos en un parcial camino de completar el tercer giro. Físicamente al límite y mentalmente buscando respuestas sobre la marcha, no quedaban muchas alternativas. Premont ya había dicho adiós y cuando todos esperaban el paso de la única representante española en carrera, la radio del seleccionador nacional, Cristóbal Sánchez, confirmaba las intenciones de Fullana, que ponía pie a tierra viéndose superada por las circunstancias de una carrera que minutos después se cobraría una nueva e ilustre víctima, la noruega Gunn Rita Dahle.

Con la mallorquina fuera de carrera, se evaporaban los sueños olímpicos de un ciclo en el que Marga ha vuelto a ser la de los inicios de siglo. Con el permiso de rivales como una Sabine Spitz que en el cuarto paso por meta ya distanciaba en 1:01 a la polaca y en casi dos a Kalentieva, que en la quinta y penúltima