Sin embargo, el guión del encuentro empezó de otra manera. España tardó cuatro minutos en ver la portería. Alberto Entrerríos, que estaba físicamente «tocado», marcó un gol que estuvo vigente hasta el minuto siete, síntoma de que España salió bloqueada en ataque. Jugaba muy rápido, sin pausa alguna y con demasiado apremio. Los de Juan Carlos Pastor salieron enchufados en defensa y Hombrados también. Con el pivote muy abierto, Croacia buscaba los huecos que los españoles se empeñaban en sellar. La cosa no iba mal 5-5 (min. 12).
La única rémora era no aprovechar las superioridades, pero eso no es nuevo, es un déficit adherido al equipo español. Por el contrario, dos exclusiones de Belaustegui lastraron a los de Pastor, los croatas se marcharon 8-6, pero España recurrió a Prieto e Iker para equilibrar la balanza. Un gol de Juanín García puso a los españoles por delante (9-10). Albert Rocas, el mejor español del torneo olímpico, no estaba ayer especialmente «iluminado», pero España era ayer un equipo y donde no llegaba uno llegaba el de al lado. Sólo así se podía contrarrestar la fortaleza de Ivano Balic y los suyos.
Los españoles parecían físicamente más enteros, pero Croacia manejaba mejor el ritmo. Su control fue admirable en esta fase, siempre inteligentes y eligiendo la mejor opción. Hombrados paró, y mucho, pero al descanso el 14-12 no hacía sino reflejar el notable esprint final de los balcánicos.
Un parcial de 3-0 en la reanudación cambió el estado del partido. De la mano de Hombrados y de Víctor Tomás, España se puso 14-15. Fue una fase valiente, colérica y decidida de los españoles y Croacia se tambaleó. Sin embargo, los gigantes no se desploman fácilmente y los croatas todavía aguantaron en pie, aunque no mucho.
España se agarró a sus extremos, Juanín, Víctor Tomás y Davis, para colocar un 19-21 en el electrónico que ya invitaba al optimismo. Durante mucho tiempo España estuvo dos goles arriba. Mediado el segundo periodo se puso 22-26. Los de Pastor ya estaban «hilvanando» la cinta de la medalla y el técnico vallisoletano lo sabía. «¡Ya lo tenemos!», decía desde el banquillo.
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