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Jorge Muñoa |MADRID
La Liga ACB sirve este fin de semana la primera entrega de una nueva temporada sumida en un mar de dudas sobre el futuro que, con veintiséis años de existencia a sus espaldas recién cumplidos (25 de septiembre de 2008), le aguarda a partir de ahora en el concierto del baloncesto, sacudido por el nuevo proyecto de campeonato continental semicerrado que la Euroliga ha puesto en marcha.

Una vez más, la inercia positiva que durante el verano imprime la selección nacional a golpe de medalla al conjunto de la canasta, se desvanece a la hora de traspasar el testigo al torneo de la Asociación de Clubes, al escenario que durante los próximos nueves meses debe mantener viva la llama de un deporte demasiadas veces convulsionado desde los despachos en los últimos tiempos y que, en el umbral del ejercicio 2008-09, mira al futuro atenazado por la incertidumbre.

Ahora, la ACB, que en su día fue la principal impulsora de la Unión de Ligas Europeas de baloncesto (ULEB), a la postre escarapela de los movimientos que significaron la ruptura de las competiciones europeas de clubes organizadas por la Federación Internacional (FIBA) y el nacimiento de la actual Euroliga, quiere evitar a toda costa que aquel socorrido «interés de los clubes», al menos de los más importantes, suponga la marcha de los principales activos de su competición a una nueva Euroliga con veinticuatro equipos y dieciséis de ellos con plaza fija para competir a escala continental en una especie de NBA a este lado del Atlántico.

La continuidad del Real Madrid, el Barcelona y el Tau Vitoria en la ACB forma parte de lo incierto. Y pasa a este terreno con toda una temporada por delante que, entre otras cosas, todas las jornadas va a dejar sin jugar a un equipo porque se ha reducido de dieciocho a diecisiete participantes. Siempre habrá una afición que espere varios días para volver a ver en acción a su equipo. Mientras, en la ACB sigue a debate qué hacer: volver a dieciocho equipos o bajar a dieciséis.

Un poco más abajo, en la cancha, las cosas han seguido el curso natural de las cosas. El Barcelona, reforzado a última hora por el pívot puertorriqueño Daniel Santiago, ha demostrado un verdadero afán por volver a lo más alto de la Liga. Ha fichado a Joan Creus para la dirección deportivo, ha repescado a Juan Carlos Navarro, se ha traído al australiano-danés David Andersen del CSKA y destila unas ansias de triunfo que ha confiado, como catorce de los diecisiete equipos del campeonato, a un entrenador nacional: Xavi Pascual.

Aíto García Reneses ha cambiado el banquillo de la selección, adornado por la plata de Pekín 2008, por el del Unicaja; el serbio Dusko Ivanovic ha abandonado el Palau Blaugrana y ha regresado al Buesa Arena; Rudy Fernández y Marc Gasol han emigrado a la NBA (Portland y Memphis); Ricky Rubio sigue en Badalona; el Madrid ha fichado bien; el Estudiantes ha recuperado el resuello; el CAI Zaragoza vuelve al lugar del que nunca debió marcharse y la Liga, además de campeones mundiales, también contará con medallistas olímpicos veinticuatro años después de la gesta lograda en Los Angeles'84.