Gregorio Manzano conversa con Damià Amer, ayer en Son Bibiloni. Foto: SEBASTIÀ AMENGUAL

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Albert Orfila / Miquel Alzamora

«Estaba abatido; era un hombre hundido. Nunca lo había visto de esta manera». Es la fotografía de Vicenç Grande y su autor es la de un habitual del palco. Minutos después de la instantánea y escuchar una retahíla de insultos, el presidente del Mallorca citaba a varios miembros del consejo de administración y les transmitía su intención de abandonar la poltrona.

Miquel Vaquer, José Miguel García, Joaquín García, Víctor Grande, Nando Pons o Matías Rebassa, algunos de los que acudieron a la reunión de urgencia instada por el propietario, habían previsto la reacción del mandatario. «A casi nadie le sorprendió, aunque todos le aconsejamos que no debía tomar decisiones en caliente... Que reflexionara durante unos días», relata uno de los tipos que vivió junto a Grande los minutos más amargos del presidente. «Creo que soportó bien la pañolada. El equipo jugó mal y era previsible, pero los insultos le dolieron mucho. No esperaba tanta violencia verbal», añade.

Transcurridas 24 horas del plebiscito de Son Moix, Grande mantiene su intención de desalojar la poltrona de la SAD balear, pero duda sobre como hacerlo. Si todas las partes respetan la agenda, el jueves, representantes de Binipuntiró SLU -empresa tenedora de las acciones que controla la familia Grande- y del empresario inglés Freddy Shepherd deben retomar negociaciones. Vender el club al antiguo presidente el Newcastle es un camino rápido para Grande, aunque hasta ahora la falta de acuerdo económico ha sido una constante.

Grande también ha reflexionado sobre la posibilidad de entregar la presidencia a un miembro del actual consejo, posiblemente a Joaquín García, pero es una opción que no le convence. ¿Cambiaría algo? La tercera vía pasa por buscar un hombre con crédito a la opinión pública y capaz de generar paz social -léase Javier Cabotà- o entregar la gestión de la entidad a un ejecutivo de prestigio -Mateu Alemany o Pere Terrassa.