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Serra Ferrer tenía un plan. Durante los últimos meses, el entrenador nacido en sa Pobla había plasmado sobre papel los planos sobre los que edificar «su» Mallorca. Se trataba de aplicar una revolución con escasos precedentes. Todo estaba calculado al milímetro. Su organigrama buscaba la eficacia y la optimización de recursos. La metodología que pretendía aplicar era el fruto de una experiencia única y el estudio de las mejores escuelas futbolísticas (Ajax, Milán, Barcelona...). Serra tenía incluso a punto las fichas y coordenadas que debían seguir los ojeadores del club y el perfil que debían reunir los técnicos que trabajaran en las categorías inferiores. Si decidiera editar y comercializar su trabajo, es probable que el libro estuviera en todas las estanterías de las escuelas de fútbol.

Serra Ferrer sabe de sobra que el fútbol no espera a nadie y que la irrupción de su grupo no podía limitarse a promesas a medio o largo plazo. Su grupo tenía claro que había que articular un proyecto atractivo e ilusionante desde el principio. Y había dinero listo para ello. Llegarían un mínimo de tres futbolistas de primer nivel -posiblemente cuatro- para dar un salto de calidad importante. Después de varias semanas de gestiones, el grupo inversor mallorquín había alcanzado un acuerdo con una financiera inglesa que debía traducirse en una inyección de capital superior a los 30 millones de euros. Una parte de esta cantidad debía destinarse a las nuevas incorporaciones.

Llorenç Serra Ferrer había priorizado el trabajo de cantera, pero compaginarlo con un proyecto que generara ilusión entre la hinchada desde el principio. Estos son algunos de los ejes sobre los que se vertebraba su plan. ¿Llegará a desarrollarse?

Durante el mes de junio, Mateu Alemany pactó con la plantilla aplazar el pago de las fichas de esta temporada en diez plazos. Los problemas financieros que arrastra el club propiciaron la aplicación de esta medida excepcional, que acabó encontrando la complicidad de los jugadores. Serra Ferrer aplaudió en su momento la gestión del abogado de Andratx y la credibilidad que destila ante los futbolistas, pero tenía otros planes. El ex entrenador de Barça, Betis y Mallorca pretendía construir un club con un nivel de exigencia máximo en todos las áreas. Dentro y fuera del campo. Y para pedir también hay que dar. Una de las primeras maniobras de Serra hubiera sido entrar en el vestuario y comunicar a los jugadores que iban a liquidarse las fichas de la temporada pasada. Después, esfuerzoy sacrificio.

Otro de los objetivos que se había marcado el colectivo comandado por Serra Ferrer pasaba por transmitir al exterior una imagen de rigor y seriedad para recuperar la credibilidad y la confianza de los acreedores. Para ello, el grupo inversor local planeaba liquidar también un porcentaje de la deuda que mantiene el club con los acreedores para poder conseguir nuevos aplazamientos.

Durante las primeras conversaciones que mantuvo con Mateu Alemany, Llorenç Serra Ferrer manifestó al actual presidente y propietario el interés de su grupo por mantenerlo en la presidencia del club. El abogado nacido en Andratx agradeció la propuesta, pero expresó su firme decisión de abandonar el club. «Mi ciclo está agotado», argumentó el mandatario. Eso si, Mateu Alemany se comprometió en colaborar en la transición y asesorar a la gente de Serra durante los primeros meses de trabajo. En el nuevo organigrama, el entrenador mallorquín hubiera asumido el puesto de director deportivo, lo que hubiera propiciado la salida de Nando Pons. Serra contaba con Manzano, y tenía previsto desembarcar junto a Pep Alomar, uno de sus más directos colaboradores, y Miquel Àngel Nadal. Serra había pensado en Pere Terrassa para el puesto de director general de gestión.

Serra también que el Mallorca sentara las bases de una profunda y estrecha relación con todos los clubes de la Isla, aunque su gran meta era la «balearización» y llegar a Menorca y Eivissa. Se firmarían convenios de colaboración con un buen puñado de clubes y se les prestaría máximo apoyo en diversas facetas.