Rafa Nadal compareció ayer ante los medios de comunicación para nunciar su vuelta a las pistas.

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En una mesa redonda, sin el remolino mediático que le acompaña en cada torneo, Rafael Nadal Parera (Manacor, 1986) abrió el libro de su regreso, que comenzará a escribir a partir de la próxima semana en el Masters 1000 de Montreal. Porque Nadal vuelve. Y lo hace consciente de que «lo normal es que pierda», tras el obligado parón que le ha mantenido dos meses entre máquinas para recuperarse de la lesión de rodilla que le costó el número uno y con un objetivo terrenal: «¿Cómo me puedo marcar un objetivo sin saber en qué nivel me encuentro? Firmaría ahora mismo jugar en Montreal sin ningún dolor o con un dolor asumible. Sería un buen comienzo...».

 

Un día antes de partir rumbo a Canadá, el tenista mallorquín, actual número 2 de la ATP, reunió a una docena de periodistas en el restaurante Sa Punta de Port Verd, en Son Servera, para esparcir sus sensaciones durante casi una hora y reiterando que regresa para «competir al máximo» pero sin ningún resultado en el horizonte: «Puedo jugar uno, dos, cuatro o seis partidos, da igual, pero estar bien. Es lo único que me importa ahora. Disfrutar y sentirme feliz jugando al tenis. Más que los triunfos».

 

Tras más de 70 días alejado de las pistas por una tendinitis rotuliana que arrastraba y que le obligó a parar después de caer ante Soderling en Roland Garros y de renunciar a Wimbledon, Nadal se mostró realista y consciente de sus limitaciones.

 

«No soy ningún Superman ni nunca lo he sido. Soy un tipo normal, aunque no cambiaré, ni mucho menos, mi forma de jugar porque sin sufrimiento no hay felicidad y para recuperar mi mejor nivel, deberé sufrir».

 

El manacorí dejó claro que en su libro de ruta ni figura ninguna marca, ninguna cantidad de victorias ni de torneos ganados. Sólo jugar y medir su estado físico: «Lo principal es empezar para recobrar la confianza. No me planteo ni mucho menos el US Open como objetivo», reiteró el tenista, al que la experiencia le ayudará: «No me siento tan bueno comopara elegir éste o aquel torneo, aunque es evidente que esto me debe servir de lección. Lo que ocurre es que cuando estás en esa rueda, es muy difícil parar».

 

A propósito de si alguien de su entorno le recomendó echar el freno por su merma físico, apuntó. «No, porque si hubiera sido así, quizás le hubiese dado la vuelta a la cabeza. Recuerdo que una vez dijimos qué hacemos aquí. Claro que era en cuartos de final de Madrid y el daño ya estaba hecho».

 

Nadal también se remitió a un consejo que le dieron un día y que ahora ha puesto en práctica: «No tengo que dejar que el agujero se haga más grande. Y no me refiero sólo a mi nivel físico, sino también a la capacidad mental. Hubo momento en los que jugar a tenis se convirtió en una rutina. En un trámite. Mentalmente no me encontraba bien porque tenía mala actitud para entrenar, malos hábitos y así no podía continuar. Me acostumbré al dolor».

 

Lógicamente, el número 1 -que cedió en favor de Federer después de que el suizo se adjudicará Roland Garros y Wimbledon- ocupó una porción notable de la charla. «No es uno de mis objetivos. A mí me interesa hasta cierto punto porque ya lo he sido.