El derbi madrileño era, hasta hace dos décadas, mucho más reñido y los éxitos, que a lo largo de la historia han sido más blancos que rojiblancos, estaban más repartidos.
Cuando se disputaba un derbi no había un favorito claro. Eran encuentros en los que todo podía suceder y de los que se hablaba durante mucho tiempo.
El 30 de octubre de 1999, el Atlético derrotó 1-3 al Real en el Bernabéu. Ese año también lo había hecho en el Calderón por idéntico marcador, aunque en encuentro de la temporada anterior.
Fueron las dos últimas victorias colchoneras. Desde entonces, el Atlético ha labrado una leyenda negra que le lastra hasta extremos insospechados.
Del Madrid es el entorno sicológico previo al partido, pues tiene ese plus de confianza que le hace saber que el rival es para ellos uno de los más asequibles. Le tienen comida la moral y explotan esa coyuntura en cada duelo. Si marcan primero, el Atlético se atasca y es incapaz de voltear una situación que se repite año tras año.
Dicen que el fútbol es un estado de ánimo, y el Atlético tiene una ocasión de oro para demostrarlo el sábado. Los rojiblancos deben trabajar la mente si quieren ganar. Abstraerse de los dañinos antecedentes y convencerse de que es posible, como lo fue el acabar de golpe con una larga sequía de títulos. Luego deberán intentar plasmarlo sobre el terreno de juego.
El resultado puede ser un punto de inflexión para el Atlético, que ha perdido todas las «finales» de esta temporada, pero al que le queda en la recámara un último cartucho para hacer feliz a su gente.
Mientras, el Madrid sigue en su persecución al Barcelona. En la vigésimo novena jornada, los blancos no pueden permitirse ningún pinchazo en los diez partidos que restan. Probablemente necesitarán todos los puntos para hacerse con la Liga, hoy a cinco puntos, la ventaja de los azulgranas.
Llega el Madrid crecido al Manzanares, después de eliminar al Olympique de Lyon en la Liga de Campeones y plantarse en los cuartos de final. Europa es el más preciado objetivo del Madrid, que se presentará en el Calderón henchido de moral y dispuesto a seguir machacando el ánimo de los rojiblancos.
Está en juego la necesidad del Atlético de mutilar una racha adversa y poner el contador a cero ante el rival de ciudad y la ansiedad del Real de no perder la estela del Barcelona, al que desea disputarle el título hasta el último suspiro. Todo en medio de un magnífico escenario. Un Calderón a rebosar. Será una final para lo dos. Una gran final.
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