El defensa del RCD Mallorca Iván Ramis (i) conduce el balón ante la presión del delantero brasileño del Valencia FC Jonas Gonçalves durante el partido. | Montserrat T. Diez

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Mallorca 1 - 2 Valencia

Mallorca: Aouate; Cendrós, Nunes, Ramis, Kevin; Nsue, Martí (Tejera, min. 83), De Guzmán (Joao Víctor, min. 85), Pereira (Aki, min. 67); Castro y Webó.

Valencia: Guaita; Bruno, David Navarro, Ricardo Costa, Alba; Pablo, Banegas (Albelda, min. 87), Topal, Mata (Vicente, min. 81); Aduriz y Jonás (Joaquín, min. 70).

Goles: 1-0. min. 30: Ramis marca un penalti de Costa a Webó muy discutido en las filas valencianistas; 1-1, min. 32: Pablo fusila a Aouate tras una asistencia de cabeza de Aduriz; 1-2, min. 57: Pablo sorprende a Aouate con un remate ajustado al palo.

Àrbitro: Undiano Mallenco (colegio navarro). Amonestó a Webó, Ramis.


Lo consiguió Unai Emery, ese técnico singular y atípico que había anunciado en la previa que cruzarse ante el Mallorca le estimulaba de forma especial. Acostumbrado a salir de Son Moix malhumorado y con la cabeza agachada, el preparador vasco se marchó esta vez con los tres puntos en la mano a pesar de que el Valencia, su Valencia, estuvo medio partido en Palma y el otro medio pendiente de su viaje a Gelsenkirchen. Y ganó, sobre todo, porque el equipo balear volvió a aparcar esa arrolladora versión con la que cautivó en Cornellà para resignarse a la superioridad de su enemigo. Lastrado por el mal momento de algunos de los futbolistas que le catapultaron durante la primera vuelta, los de Laudrup se movieron otra vez por impulsos. Y eso, con uno de los grandes mirándote a los ojos, viene acompañado de un doloroso peaje. Aunque acabes mereciendo más (1-2).

Apostó el entrenador danés por mantener el esqueleto del grupo, la base del once que se ha ganado un alojamiento en las alturas durante un buen tramo de la competición. Reordenó la sala de máquinas para darle acomodo a Martí y De Guzman y prefirió guardarse bajo la manga los argumentos de Aki o Tejera, irrebatibles frente al Espanyol. Su propuesta no enganchaba demasiado, pero la poca tensión del Valencia en la fase de tanteo le ayudó a abrir algún que otro agujero. Era mejor y sólo necesitaba eliminar un par de capas de polvo para hacer daño, aunque sus empujones perdían el gas al adentrarse en el área.

El Valencia, que necesitó veinte minutos para encenderse, mostró enseguida que no iba a erosionarse demasiado. No obstante, se esforzó en marcar el terreno más allá de su parcela y estuvo a punto de provocar un incendio después de que Mata y Aduriz se asociaran por primera vez. Sólo Aouate, con su mejor intervención de la tarde, diluyó el peligro. Sin tiempo para recuperarse del susto Jonas lo probó otra vez con un proyectil raso y ajustado al palo. Parecía un espejismo.

El Mallorca se encogió unos centímetros, pero encontró oro en su posterior intento de desembarco en el área ché. Ricardo Costa desequilibró a Webó por la espalda y Undiano indicó rápidamente el punto de penalti en una decisión rigurosa. Son Moix, consciente de las dificultades del equipo para aprovecharse de la ventaja de los once metros, guardaba silencio. Los errores de Martí, Webó, Víctor o Castro estaban todavía muy frescos, pero Ramis, el último elegido, borró a todos los fantasmas. Su disparo, duro y escorado, superó sin dificultades a Guaita y señaló el camino. La máquina estaba en marcha (minuto 30).

El encuentro parecía inclinado, pero el Mallorca colisionó con el único obstáculo que podía mandarle al suelo. Una parte de la grada todavía celebraba el tanto que inauguraba la fiesta cuando una pérdida de balón absurda habilitó al Valencia. Eso y una dejada genial de Aritz Aduriz que Pablo redondeó de primeras sin restarle un gramo de valía. El tiro del centrocampista sorprendió a Aouate y le quitó el volumen al estadio. Mazazo (minuto 32).

La historia del empate estuvo a punto de reescribirse a continuación en sentido contrario, pero a Webó se le desvió el zurdazo después de una elaborada jugada y al partido se le fundieron los plomos hasta el descanso.

Daba la sensación de que el segundo tiempo proyectaba a un Valencia más conformista. Todo lo contrario que el Mallorca, que casi arañó el segundo gol por partida doble. Primero, con un remate acrobático de Nsue a pase de Kevin que sirvió para que Guaita presumiera de guantes y reflejos. Y después, con una acción que trasladó la bola de costa a costa y a la que llegó tarde Gonzalo Castro. El guión caminaba hacia una nueva alegría bermellona.... Hasta que apareció Pablo Hernández. El de Castellón penetró entre la defensa local y aunque su expresión final resultó blanda, desconcertó a un Aouate irreconocible para darle la vuelta al calcetín.

A partir de ese momento, el Valencia tenía el encuentro exactamente donde quería y el Mallorca se veía obligado a duplicarse para causarle algún daño a la coraza levantina. En cualquier caso, su fútbol se había quedado sin burbujas y necesitaba añadirle algún aditivo procedente del banquillo. Laudrup se agarró entonces a la chispa de Aki, y lo cierto que su entrada le dio otro color al enfrentamiento. El japonés le hizo una transfusión al equipo, enchufó de nuevo a la grada y descolocó a la defensa de Emery. Su influencia acabó reflejada en oportunidades (la más clara en las botas de Tejera, a siete minutos del final) y el Mallorca se despidió mereciendo algo más, aunque ya era tarde. Demasiado tarde.