Algunos aficionados increparon al técnico y a los jugadores.

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Gregorio Manzano Ballesteros (Bailén, 1956) abrió ayer su tercera etapa en el Mallorca con turbulencias, provocando una fractura social sin precedentes en la historia contemporánea del club balear y una crispación enorme en una facción notable de la hinchada. Desde que se confirmó su fichaje a primera hora de la mañana, como sustituto de Joaquín Caparrós, las redes sociales entraron en ebullición.

El hombre que hace apenas dos años puso en riesgo el futuro de la SAD balear, que se negó a firmar el convenio de acreedores, que tiene demandado al expropietario Mateu Alemany y que en su última visita a Son Moix fue recibido con una bronca histórica, era el elegido por Llorenç Serra Ferrer para intentar la salvación del grupo balear... Los aficionados pasaron de frotarse los ojos a asimilar una vuelta de tuerca inesperada. Sobre todo porque el presidente en funciones menospreció públicamente a Manzano, al que señaló como uno de los culpables del desastre económico.

A la frialdad de su presentación, que apenas duró diez minutos por la premura del gabinete de comunicación externo de la entidad, se sumó un recibimiento hostil en la Ciudad Deportiva Antonio Asensio en la sesión vespertina.

Apenas unas horas después de aterrizar en la Isla, ya le gritan que se vaya. Porque la crispación, el estado de indignación y la división que ha provocado su contratación -para lo que resta de temporada y una más si logra la permanencia- quedó reflejado en la quincena de seguidores que increparon a Gregorio Manzano, a los jugadores, empleados e incluso a los periodistas allí presentes.

Los gritos de «Manzano, vete ya; Manzano, vete ya», «miserable, miserable» o «Manzano, cabrón, fuera de Son Moix», resonaron con fuerza. Situados en la grada de Son Bibiloni, los nervios llegaron hasta el extremo de provocar la presencia de la Policía. Dos coches se presentaron en la Ciudad Deportiva para tomar las medidas preventivas y calmar los ánimos. No lograron rebajar los decibelios de los seguidores, que también lanzaron improperios contra los futbolistas. «Jugadores, mercenarios y menos millones, más cojones», fueron los cánticos habituales.

Los únicos que se salvaron de la quema fueron Dudú Aouate y Joaquín Caparrós, al que le dedicaron cánticos de aliento. Mientras, sobre el césped, los futbolistas seguían a lo suyo, aunque a más de uno seguro que le pilló por sorpresa la carga de hostilidad que flotaba en el ambiente. Y solo es el primer día...