Gregorio Manzano. | Monserrat

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Desde ese rincón de la ciudad deportiva en el que diseña casi todos sus movimientos, Gregorio Manzano lleva toda la semana cogiendo carrerilla para probar el triple salto que necesita el Mallorca para acercarse a la velocidad de crucero y escapar de las mazmorras de la Liga. Absuelto ya de la carga de acuñar una victoria que le devolviera al equipo las constantes vitales, el entrenador andaluz afronta ahora un reto en tres dimensiones. Un requisito imprescindible para que su equipo no se precipite al vacío.

Si el objetivo inicial que sobresalía en el cuaderno de Manzano señalaba a la primera victoria de la segunda vuelta (era además la primera de 2013 y la que estrenaba la tarjeta de la tercera entrega del técnico en Son Moix porque el Mallorca no ganaba desde finales de diciembre), al de Bailén se le han triplicado en unos días los asuntos pendientes. Principalmente, porque para no alterar las coordenadas que ha comenzado a seguir el grupo es básico seguir soltando lastre. Fracturar tres tendencias corrosivas cuyas marcas permanecen visibles en las paredes del vestuario.

Para empezar, al Mallorca le toca ganar de una vez dos partidos seguidos. Un reto asequible sobre el papel, aunque imposible entre los límites del terreno de juego. Tanto, que ni en el tramo más espumoso de la temporada pudo el equipo conectar una alegría tras otra. De hecho, lo hizo por última vez en mayo de 2012, cuando aún soñaba con abrir las puertas de Europa siguiendo los pasos de Capa.

Reválida en casa

En segundo lugar, al Mallorca le ha llegado la hora de volver a cerrar las ventanas para marcar el territorio en casa. Lo que al despertar era un búnker y una sólida plataforma de crecimiento, es ahora un espacio abierto y sin vigilancia. Una mina de oro para los rivales, independientemente de cual sea su estatus o condición real en la tabla. Para recrearse con la última actuación convincente que ha cuajado el equipo en Palma hay que rebobinar hasta el 23 de septiembre. Y entre esa fecha y la actual ya se han rodado nueve episodios de dolor y tortura, la marca más negra que ha tenido que soportar el club en sus paseos por Primera. A su favor juega esta vez que el visitante de turno tampoco muerde cuando abandona el hogar. Y la mejor muestra de ello es que el triunfo más reciente del Sevilla como forastero coincide en el calendario con la última victoria en casa del Mallorca (0-2 en Riazor). Casi nada.

Por último, los baleares están forzados a aplicarse un torniquete en defensa. A cerrar el grifo del que beben casi todos los delanteros que se entrometen en su camino. Hasta el momento el equipo acumula ya 21 jornadas consecutivas recibiendo algún gol, una piedra descomunal en el camino hacia la salvación.