Lluís Carreras ha sido presentado hoy como entrenador del Mallorca. | Joan Torres

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Conserva la figura y su aspecto no difiere demasiado del de aquel jugador que apuraba los costados del viejo Sitjar y Son Moix desde finales de los noventa. Solo el peinado, las sienes plateadas y una fina barba salpicada por las canas le recuerdan el paso de los años. También su discurso se ha endurecido y procura apartar en todo momento los tópicos de un mensaje reflexivo y tajante. Porque habla con firmeza, seguramente para aclarar que ha cruzado la línea de cal y que ahora vive junto al banquillo.

Lluís Carreras Ferrer (Barcelona, 1972) ya ha empezado a ejercer como entrenador rojinegro, precisamente los colores que lucía durante su aterrizaje en el club. A pie de campo y en la tribuna de oradores. Después de verse implicado sin quererlo en un tiroteo institucional que dilató su fichaje, el técnico catalán está preparado para tirar del carruaje bermellón. Sabe que se sube «a un tren en marcha», pero desborda ilusión ante «el mayor reto» de su carrera y se niega a mirar a lo lejos. De hecho, sus primeras palabras como bermellón las pronunció volviendo la mirada, abrigando a su antecesor. «Quiero pensar en Oltra porque como persona ha pasado momentos muy malos que no merece. En el fútbol se puede ganar y perder, pero detrás de un entrenador hay una persona», subrayaba. Solo hacía dos horas que su Mallorca se había puesto en marcha.

El mallorquinismo, que todavía no ha olvidado la imagen de Carreras encaramado a una de las vallas de Vallecas con el puño en alto para celebrar el último ascenso, aspira ahora a repetir esa foto con un fondo distinto. A reeditar un logro que él mismo ha aceptado pese a la polvareda de las últimas semanas. «Sí hay tiempo para subir», explica. «Pero solo podemos plantearnos objetivos a corto plazo», matiza. «Primero el entrenamiento, luego el partido del sábado y ya miraremos después a Zaragoza. No podemos pensar en junio y descuidar lo que tenemos más próximo», se reafirma.

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Recuerdos

Mientras se subía al puente de mando, Carreras reabría el cajón de los recuerdos. «No podía decirle que no al Mallorca», aseguraba en voz alta mientras repasaba algunos de los pasajes más especiales de su vida personal. Ni siquiera el ruido que le llega desde la zona del palco le intimida. «La ilusión puede con todo, rompe todas las barreras. Soy un empleado con una función específica que es tratar de que el equipo gane. Si lo consigo vendrá la calma. Ésa es ahora mi responsabilidad». Es más, tampoco la alteraron las palabras del accionista y consejero Utz Claassen, que hace unas semanas le calificó de «mini Oltra». «Estoy muy orgulloso de lo que soy y ojalá algún día sea lo que ha sido Oltra y pueda lograr dos ascensos, entrenar en Primera División...».

Como había sucedido por la mañana con el propio José Luis Oltra, Carreras compareció ante los medios flanqueado por el director deportivo, Toni Prats, y por el presidente, Gabriel Cerdà, que volvió a insistir en que la llegada del nuevo técnico supone una «apuesta irreversible, sin margen de error. Será el revulsivo que necesita el Mallorca». Prats, mientras tanto, resaltó «su perfil ganador, su gusto por tener el balón y el conocimiento que tiene de la plantilla y la categoría».