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Es difícil asimilar que hoy el Real Mallorca se juega la supervivencia en noventa minutos. No es una final, es mucho más. Una final deja siempre un subcampeón, una medalla de consolación...un trofeo menudo que busca acomodo en un rincón del comedor. Hoy no hay premio, todo lo contrario. El equipo de Javier Olaizola se enfrenta al Córdoba (18:30 horas, El Arcángel) en un encuentro definitivo y trascendental en lo deportivo y en lo institucional. Ganando sigue en la categoría, empatando se hace necesario rezar lo que uno sepa y perdiendo no es suficiente con elevar súplicas al cielo, se hará necesario un milagro de los de verdad.

Todo lo que no sea una victoria deja a los baleares en manos de terceros partidos, de rivales que también están desesperados por mantener la categoría y ya se sabe que de un tiempo a esta parte el equipo no anda sobrado de suerte. Ya no la tuvo al término de la pasada temporada cuando perdió la categoría y esta campaña tampoco ha gozado de excesiva fortuna.

Máxima tensión

La victoria el pasado domingo ante Las Palmas inyectó una dosis necesaria de moral para un grupo que se había olvidado de ganar partidos. Venció con solvencia y eso ha sido la mejor vitamina para afrontar un choque muy comprometido frente a un Córdoba que también requiere de la victoria para meterse en el playoff de ascenso. En ambos casos es el todo o nada, un partido a cara o cruz, uno de esos encuentros donde la tensión es máxima y precisamente manejar la ansiedad será imprescindible para llegar con opciones al final del encuentro.

Los problemas se han encadenado uno tras otro en esta última jornada liguera. Hasta tres titulares se caen del once: Nsue y Nunes por lesión y Thomas por sanción. A ellos hay que unir la ausencia de Antonio López, mientras que recupera a Marco Asensio.

Más allá de nombres, los baleares deben establecer una estrategia que les permita no irse del partido, no desfallecer. Tan importante es marcar, como saber afrontar y buscar soluciones a los posibles problemas que puedan ir apareciendo con el paso de los minutos. Un gol en contra, una expulsión, una lesión...hoy todos los detalles marcan el devenir de un partido que debe resolverse en favor de los baleares. Hay mucho que perder, tanto que incluso el futuro del club está en juego. Ha habido con anterioridad en la larga historia del Mallorca momentos dramáticos, pero ninguno en el escenario actual donde debe responderse ante un concurso de acreedores. Por eso la situación es límite, por eso bajar a Segunda B es un paso más hacia la desaparición. Salvarse permite seguir administrando un club en categoría profesional y posiblemente sin Serra Ferrer y Biel Cerdà. Pero eso será otra historia.