?¿Qué recuerda de ese año?
?Lo recuerdo con mucha alegría porque fue una fecha importante. El Mallorca me dio la posibilidad de trabajar en Europa y jamás lo olvidaré. Todos los futbolistas que componían esa plantilla marcaron una huella y dejaron una impronta por su personalidad. Los jugadores nunca tenían excusa ni problemas, siempre tenían respuestas. Siempre eran muy positivos y no había cosas difíciles para ellos. Juntos, con el cuerpo técnico, dejaron una huella. Es verdad que faltó la frutilla de haber coronado el título, de haber ganado la Copa, pero el trabajo que todos hicimos quedó para la historia.
?¿Cuál fue el secreto del éxito?
?Se formó un gran vestuario, había mucha ambición y mucha ilusión por parte de los jugadores y el cuerpo técnico. Se juntó la sapiencia de Cúper y Basigalup y toda la disponibilidad absoluta de los futbolistas. Esos son los valores que hoy marcan la diferencia. Que los jugadores actuales recuerden que nosotros entrenábamos en el Príncipes de España o en el campo del Constancia.
?¿Cómo recuerda aquella final?
?Tuvimos que sortear equipos como el Sóller, Las Palmas, Celta Athletic de Bilbao y Alavés. Fue una clasificación muy importante durante los meses de enero y febrero sin interrupción. Se jugaron ocho miércoles seguidos a comienzos de ese año. El equipo, de forma paralela y con muy pocas rotaciones, jugaba los dos torneos.
?¿Creyeron en el triunfo?
?Casi no hubo que hablar de motivación. Se trataba de una final de Copa ante un rival como el Barcelona de Van Gaal. Con Figo, Kluivert y Rivaldo en ataque. Fuimos con el convencimiento de ganar. De si hacíamos las cosas bien, tendríamos nuestras opciones de conseguir el título, pero no fue así.
?¿Fue una final eléctrica?
?El Mallorca tenía un punto de excitación muy importante. Con el gol de Stankovic ese estado se incrementó. El aspecto emocional se debe de tratar de trabajar, tanto en la victoria como en la derrota, porque nos puede consumir demasiada energía. El Barcelona empató. En el descanso no hubo ninguna charla concreta porque no había nada que reprochar ni corregir. Recuerdo que Mourinho nos vino a felicitar y estaban bastante incómodos.
?¿Qué anécdota recuerda con más cariño?
?Cúper le dijo a Stankovic que iba a marcar. El jugador tenía el convencimiento y marcó y vino al banquillo a celebrarlo.
JUAN ANTONIO MARTORELL
En un vestuario hay personas tanto o más importantes que los jugadores y en el Mallorca de Mestalla había varias de esas piezas imprescindibles. Juanan Martorell y César Mota son dos fundamentales. El primero era el fisio de los jugadores, el hombre que recuperaba sus piernas. «Recuerdo el ruido del golpeo del balón que lanzó Stankovic a la valla; el silencio cuando corría hacia el balón y el golpe final. Jovan no se lo merecía, era uno de los nuestros y me supo muy mal por él».
Juanan guarda con orgullo los guantes que Roa llevó en la final. «Le fui a animar y se quitó los guantes y me los dio: ?ya no los necesito? me dijo y casi sin quererlo los guardé».
Martorell ensalza el trabajo de Beltrán y la labor de Cúper, Basigalup, Alfano y de todo el engranaje que desde ahí iba desarrollándose. Sus recuerdos son muchos. «Puedo hacer un resumen completo de todo, me acuerdo hora a hora de lo que ocurrió. En la madrugada antes del partido, sobre las 4, aparece Cúper en mi balcón pidiéndome una pastillla para dormir. Se pasó la noche fumando en el jardín del hotel», relata. También apunta otro dato: «Clemente, por entonces seleccionador nacional, entró al vestuario a felicitar a los jugadores. Con el tiempo me doy cuenta de que perdimos un partido, pero ganamos muchas cosas». El momento más duro para él fue la llegada a la Isla. «Ver a la gente cómo animaba fue indescriptible». «Éramos una familia, trabajamos sin mirar el reloj; solo mirábamos el escudo».
CÉSAR MOTA
Al término de la final, en estado de shock, muchos jugadores eran incapaces de levantarse del césped, no había consuelo. Por eso el trabajo de César Mota, uno de los utilleros del equipo en el 98 y posteriormente masajista, fue tan importante. «Nos vinimos todos abajo cuando perdimos en la tanda de penaltis, pero en ese momento había que apoyar a todos los jugadores y empecé a animarlos uno a uno. Muchos no podían parar de llorar porque esa Copa debía ser nuestra. En el vestuario había después un silencio sepulcral, mucho seguían llorando y traté de mantener la serenidad para ayudarles en lo que podía, pero no había consuelo. Después en el hotel me dio el bajón, habían sido muchas horas de trabajo y emociones», relataba César Mota.
Si en el vestuario los jugadores tenían en estima a alguien, era a gente como Juanan o César, siempre dispuestos a ayudar a cualquier hora. «Me supo muy mal por los jugadores y por la afición no ganar la Copa porque todos se merecían el triunfo. Me emociono cuando veo las imágenes o hablo de ello». Y es que César es todo corazón. Nació en el Sijtar y pasó toda su vida en el Mallorca, hasta hace poco. «Esos futbolistas fueron irrepetibles, nunca se quejaban...pese a las palizas del ?profe? Alfano. Éramos una familia», subraya. Cesar Mota y Juanan Martorell no formaban parte del once titular, ni firmaban autógrafos, pero fueron claves porque los vestuarios necesitan de personas entregadas y con un gran corazón.
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