Muriqi celebrando con sus compañeros uno de los goles ante el Athletic de Bilbao. | M.A. BORRÀS

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Solo ha jugado dos veces sobre la hierba de Son Moix, pero Vedat Muriqi (Prizren, 1994) parece llevar toda la vida vistiendo de rojo y negro. El delantero, que fue el último en ponerse a la cola del vestuario y no lleva ni quince días en Palma, se ha metido a la afición del Mallorca en el bolsillo con una vieja receta tan simple como efectiva: corriendo como si se acabara el mundo, saltando más que el resto y prendiéndole fuego a la grada con sus celebraciones, ya sea por un gol decisivo o por forzar un saque de banda en el tiempo añadido. Pero tras los gestos de rabia del futbolista y su impresionante despliegue físico se esconden también unos números que ya tienen reflejo en la clasificación. En menos de tres horas de juego —ha pasado 179 minutos encima del tapete—, el gigante kosovar ha ejercido una influencia hasta ahora desconocida sobre el equipo, que en solo dos jornadas ha recuperado el sentido y ha vuelto a blindarse frente a la amenaza del descenso.

El impacto del fichaje de Muriqi recuerda a otras incorporaciones y a otras épocas. Titular desde que atravesó la terminal de llegadas de Son Sant Joan, el 7 del Mallorca solo necesitó un partido, el de la Copa del Rey contra el Rayo, para saber dónde estaba y poner a punto el GPS. Partiendo desde el extremo norte de la pizarra, el atacante de ascendencia albanesa ha abanderado dos de las victorias más importantes de la temporada y ha participado activamente en tres de los cinco goles que suma el equipo desde su llegada. Primero despachando al Cádiz desde el punto de penalti y luego mandando al suelo al Athletic con un salto imposible que aprovechó Ángel y asociándose con Take Kubo para forzar el autogol de Unai Simón. Entre una cosa y otra se ha impuesto en casi una veintena de duelos aéreos, ha disparado seis veces a la portería rival y ha cometido solo cinco faltas, una cantidad simbólica teniendo en cuenta su corpulencia. Según Opta, el portal especializado en estadísticas, es el primer jugador del Mallorca que participa en algún tanto en cada uno de sus dos primeros partidos de Liga con el equipo desde el año 2006. El anterior fue el serbio Bosko Jakovic, que dio dos asistencias a Arango y Maxi López en sus primeros encuentros como rojinegro, que le cruzaron con el Recreativo y el Espanyol.

«Es un portento físico, las toca todas», explicaba tras el partido contra el Athletic el lateral Pablo Maffeo, uno de sus primeros puntos de apoyo dentro de la caseta gracias a su dominio del italiano. «Con el pie va genial también y ha caido de pie en el vestuario. Le tengo mucho aprecio, como todos, y espero que se pueda quedar aquí mucho tiempo». De momento, el kosovar tiene hasta el 30 de junio para seguir enamorando al público bermellón y guiar con sus casi dos metros al equipo hacia la permanencia. Muriqi le ha cambiado la cara al Mallorca y ha transformado el estado de ánimo de la afición, que en solo unos días ha pasado de hacer cuentas pensando en la salvación a bromear sobre cuánto tendría que aportar cada socio para reunir el dinero que cuesta su opción de compra.