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El resultado lo capitaliza todo, pero este sábado al Real Mallorca y el Girona, además de repartirse un punto por cabeza, les tocó soportar unas condiciones poco aptas para la práctica de deporte de alta competición. A los jugadores, pero también a un público que sigue soportando estos horarios infames, adobados por el calor y la humedad del mes de septiembre.

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Puede ser porque se mira hacia el público asiático o cualquier otro argumento, pero demasiada es la casualidad que ubica al Mallorca en una franja que, años atrás, cuando el fútbol miraba más por el aficionado, resultaba inimaginable. No parece servir de nada quejarse, porque al final mandan los de siempre. Pero lo que todos tenemos claro es que las dos de la tarde no es hora de fútbol...