Manu Morlanes, centrocampista del Real Mallorca, en uno de los campos de la ciudad deportiva Antonio Asensio.

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Hace solo unas semanas, el Real Mallorca facturó contra el Cádiz la victoria más productiva de todo el ejercicio. Además de tres puntos, aquel triunfo garantizaba la continuidad en Primera División y oficializaba el primer fichaje para la próxima temporada. Tras unos meses a préstamo en Palma y con la permanencia guardada bajo llave, Manu Morlanes Ariño (Zaragoza, 1999) ya tenía claro que jugará en Son Moix las cinco próximas cinco temporadas. Tiempo suficiente para encontrar una estabilidad que había ido perdiendo entre cesiones y para que el club balear se asiente, más de diez años después, en la planta más alta y con las mejores vistas del fútbol español.

—¿Cómo calificaría esta primera media temporada en el Mallorca?
—Bien. Empecé jugando poco o nada pero el partido contra el Valladolid fue un punto de inflexión, así que le pondría una nota positiva. He ido creciendo, de menos a más y el equipo ha estado muy bien a nivel grupal. Para ser la primera temporada, estoy bastante satisfecho.

—¿El equipo se ha quedado con ganas de algo más?
—Al final, después de 38 jornadas, cada uno tiene lo que merece. Si que igual ha habido alguna decisión ajena a nosotros que nos ha perjudicado, pero a otros equipos también. Tenemos lo que nos merecemos, que no es poco, y estamos contentos.

—¿La posibilidad de ir Europa llegó a contemplarse en algún momento dentro del vestuario?
—Hubo un momento en el que viendo la clasificación era inevitable pensar: ‘joder, estamos ahí, ¿por qué no?'. Pero sabíamos que hay equipos mucho más arraigados en Primera, que es lo que el Mallorca está intentando conseguir. A partir de ahí sí que será quizás el momento de mirar un poquito más arriba. Hasta entonces, hay que ser cautos e ir paso a paso.

—Reconoció en su momento que nada más llegar al club que lo había pasado mal.
—Sí, porque tomé la decisión de venir como algo positivo. Evidentemente, sabía que en la elite no se da eso de llegar y besar el santo y que es muy complicado. Se lo decía a la gente de mi entorno: en un equipo que va bien no hay motivos para que el míster se cargue a un jugador por la llegada de otro. Tampoco esperaba estar tanto tiempo sin jugar. De hecho, en Sevilla entré y pensaba que empezaría a tener continuidad, aunque no fuera como titular, y fueron momentos duros. No porque dudara de si tenía que haber venido o no, porque eso no se me pasó nunca por la cabeza. Si algo he aprendido en el poco tiempo que llevo en esto es que unos días estás arriba y otros, abajo. Pero lo pasé mal porque a nadie le gusta estar tanto tiempo sin jugar.

—¿Qué cree que cambió antes de ese partido en Valladolid?
—No creo que dependiera solo de mí ni que el míster pasara a confiar más en mí ese día. Si ha decido contar mucho conmigo últimamente supongo que es por lo que ve en el día a día, no por el gol que marqué ni nada de eso. He seguido trabajando como siempre, porque el que me conoce sabe que yo nunca bajos los brazos, y he continuado haciendo lo mismo: preparándome para cuando llegara mi momento.

—Ya que habla de Aguirre, ¿ha cambiado mucho su relación con él desde que llegó hasta hoy?
—El míster tiene un trato bastante parejo con todos, aunque es verdad que los futbolistas cuando no jugamos estamos más negados y cabizbajos. Ahí la culpa es más del jugador que del entrenador, porque muchas veces somos muy egoístas. Cuando no juegas lo ves todo mal y al revés. Aguirre no ha cambiado nunca su forma de ser conmigo, ha sido siempre el mismo, conmigo y con todos. Es un tío cercano que trata de gestionar un grupo de gente muy grande, que es algo muy complicado, y trata de hacerlo de la mejor manera.

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—Lo de ser el primer fichaje del nuevo proyecto, ¿le genera presión o ilusión?
—Ilusión, ilusión. Incluso cuando no jugaba. Lo que ve la gente que está fuera es muy distinto a lo que se vive desde dentro. Claro que queremos jugar, pero somos personas, con nuestro día a día, con una pareja y una familia. Aunque no juegues no todo es malo, ni llegas a casa con la idea de tirarte por un puente. Cuando llegué tenía claro que me quería quedar porque creo que estoy en un sitio perfecto para lo que buscaba. Venía de dos cesiones y ayer mismo lo hablaba con mi pareja: poder irte en verano y no tener que estar pensando en mudanzas es una suerte. Igual no se valora, pero me ha pasado varios años y esa inquietud a la larga te acaba pasando factura.

—¿Cómo se cocinó su llegada?
—Fue muy rápido. Creo que era el 29 de enero y el mercado se cerraba el 31. No contemplaba la posibilidad de salir porque no había opciones que me gustaran y tenía contrato, no sentía la necesidad de hacerlo. Pero cuando se pusieron en contacto con mi representante, dije: ‘ostras, esto por lo menos hay que analizarlo y darle una vuelta. El Mallorca reunía muchas cosas. A partir de ahí, todo fue muy rápido.

—¿El Mallorca por dentro es tal y como se lo esperaba?
—Me ha sorprendido gratamente. El Villarreal a nivel interno es un club muy grande y aquí no sabía lo que me iba a encontrar y aparte de Jaume (Costa) no tenía referencias en el vestuario. Ahí estaban mis dudas, en saber cómo era todo desde dentro. Pero Pablo (Ortells) me dijo que estuviera tranquilo, que el club es muy estable y que los propietarios están haciendo un trabajo espectacular, sobre todo al gestionar su crecimiento. Me han sorprendido las instalaciones y el estadio, que está quedando espectacular. Aunque antes no jugaba, ya quería quedarme.

—En cuanto se anunció su llegada a la plantilla se le empezó a ver como el relevo natural de Galarreta. ¿Qué opina?
—Es que yo no lo veo así. Es verdad que a lo mejor tenemos un perfil similar. Y al final, Iñigo ha dado mucho al Mallorca y yo intentaré hacer lo mismo. Trataré de sumar. Espero estar aquí los cinco años y vine por expectativas de proyecto a un club que quiere crecer y progresar, porque me sentía reflejado en eso. No siento que venga a reemplazar a nadie sino a sumar y, como todos, tendré temporadas mejores y peores.

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—¿Qué compañero del vestuario le ha sorprendido más?
—El nivel de Kang In Lee es espectacular. Yo lo conocía de la selección valenciana. Él jugaba con un equipo más pequeño que el mío pero íbamos juntos a los torneos y nos enfrentamos varias veces. Este año ha dado un salto importante y lo que se habla sobre el interés de otros clubes no es casualidad. Tiene nivel para jugar y llegar a dónde él quiera.

—La afición se prepara para despedirlo el domingo. ¿Ve alguna posibilidad de que se quede?
—En este tipo de situaciones, se vaya o se quede va a ser positivo para las dos partes. Tiene unas condiciones y un futuro enorme, es insustituible ahora mismo. Y si se marcha será porque el club puede ingresar mucho dinero para reforzar otras posiciones, aunque también es verdad que no será fácil ocupar su lugar.

—¿Ve al club capacitado para dar ese pasito al frente que se le exigirá la temporada que viene?
—Dar un salto es complicado. Lo de este año hay que valorarlo. Ves equipos con un proyecto hecho, como el Celta o el Getafe, o el Espanyol, que parecía que iba a ir a Europa, y mira dónde están. Si que es verdad que el equipo al menos debe tener una motivación y evitar meterse en problemas, pero del noveno hacia abajo todos miramos al descenso. Y quien diga lo contrario miente. Cada año es diferente y hay que ser cautos. Dar pasos como club.

—¿Qué importancia va a tener en eso que dice la continuidad de Javier Aguirre como entrenador del Mallorca?
—Nosotros no sabemos nada, pero parece evidente que quiere quedarse y el club que se quede. Como también lo es que la mayor parte de lo que se ha conseguido, esos 47 puntos y la opción de acabar tan arriba, es mérito suyo. ¿Qué más se puede conseguir después? ¿Europa? Yo vengo de un club en el que eso es habitual y supone mucho trabajo y unos presupuestos muy altos. El míster, además, también tiene una conexión muy buena con la afición, pero habrá que esperar.

—¿Qué le gustaría conseguir como jugador del Mallorca?
—Lo primero, ser feliz. Voy a ser padre y mi hijo será mallorquín y me gustaría tener estabilidad. A nivel de equipo, seguir creciendo y seguir aquí muchos años porque será una buena señal. Y, ¿por qué no soñar con llegar algún día a una final de Copa o pelear por competir en Europa? Aunque eso lo vemos lejos. Lo más realista ahora mismo es intentar que el Mallorca sea un club respetado y consolidado en Primera División.