Javier Aguirre, entrenador del Real Mallorca. | Miquel Àngel Borràs

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La pista de despegue que tiene el Real Mallorca en Son Moix permanece vallada. Nueve jornadas y cuatro partidos en Palma después, el equipo de Javier Aguirre es incapaz de redondear del todo una función en casa, donde solo ha sumado tres puntos de doce por los que ha pujado. Unos números escasos y cubiertos de óxido que aunque mantienen al cuadro balear fuera de la zona roja de la clasificación, amenazan con acarrear serios problemas si se prolongan en el calendario.

Hacía mucho tiempo que al Mallorca no se despertaba tan espeso en su estadio ni recogía una cosecha tan pobre de su propio huerto. Es verdad que hasta ahora ha disputado más encuentros como forastero que como anfitrión y que los cuatro rivales que han desfilado de momento por Son Moix son de nivel medio-alto —Villarreal, Athletic, Barcelona y Valencia—, pero también que cuando ha podido dar un paso adelante se ha quedado a medias. Como le pasó este fin de semana, en el que no supo gestionar el botín al que se había agarrado después de que Dani Rodríguez estrenara su tarjeta goleadora esta temporada.

La última vez que el Mallorca llegó a esta jornada sin haber ganado en Palma fue en la temporada 2004-05. Aquella vez se plantó en pleno mes de diciembre con los bolsillos prácticamente vacíos y de los trece primeros partidos solo ganó dos, ambos como visitante. El primero en el Coliseum de Getafe (1-2) y el segundo contra el Zaragoza en La Romareda (0-1). La primera víctima que cayó en Son Moix, ya con Héctor Cúper a los mandos, fue el Numancia de Máximo Hernández, al que remontó dos goles en los últimos diez minutos gracias a la puntería de Luis García y Delibasic (3-2).

Los dígitos de este principio de campaña en casa contrastan con los de hace un año. El Mallorca tuvo que esperar a su tercera cita como local (jornada 6, contra el Almería) para dar un golpe sobre la mesa, pero entre octubre y febrero —con el Mundial de por medio— levantó una fortaleza. Derrotó de forma consecutiva a Atlético de Madrid, Valladolid, Celta, Real Madrid y Villarreal y sumó 16 de puntos de 18. Suficientes para establecer un cordón sanitario con los puestos de descenso y mantener la barbilla alzada.

A las puertas del segundo parón del ejercicio —LaLiga no se reanuda hasta el viernes día 20 de octubre—, el Mallorca es uno de los pocos equipos que no saben lo que es ganar en su terreno de juego. Le acompañan esa lista el Almería, el Celta y Osasuna. Y a excepción del conjunto navarro, los otros dos están metidos en el barro. Todos han sumado menos que el Mallorca en su centro de operaciones e incluso alguno lo ha hecho con un partido más. También destaca el caso del Villarreal, que de los cinco partidos que ha jugado en La Cerámica ha ganado uno y ha perdido cuatro.

Tendencia

Escaso en victorias —solo le ha ganado al Celta en Balaídos, a mediados de septiembre—, al menos el Mallorca sí que ha sabido optimizar algunas actuaciones irregulares, reducir los daños y meter puntos la hucha. Solo ha perdido un tercio de los encuentros que ha protagonizado —tres de nueve: ante Villarreal, Granada y Girona— y ha conseguido situarse a la cabeza de la clasificación en lo que a empates se refiere, donde solo se le acercan Rayo, Betis y Getafe. Las cinco igualadas que ha firmado —en toda la temporada anterior rubricó ocho— tienen un sabor muy diferente. El punto insípido del otro día no tiene nada que ver con el que se ganó contra el Barça tras el descalabro de Girona y menos aún con el de Vallecas, donde la victoria se esfumó en los instantes finales por un controvertido penalti.

El Mallorca, como el resto de los equipos de LaLiga, tiene una semana por delante para despejar la mente y definir luego su tendencia. Son Moix ha dejado de ser una plataforma de lanzamiento y debe volver a ser un refugio seguro.