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Se trataba de resistir y el Mallorca lo hizo durante 63 minutos. No jugó a nada y propuso mucho menos. Tampoco lo intentó. Fue al Metropolitano a aguantar el empate y lo hizo hasta que Griezmann apareció. Era una derrota anunciada. Con el paso de la temporada no se piden milagros a los equipos entrenados por Javier Aguirre y construidos por Pablo Ortells y compañía.

Es insufrible ver a este Mallorca y es increíble que se ponga a jugar con cierto criterio cuando va por debajo en el marcador. Es terrible se mire por donde se mire, pero aceptamos que se jugaba contra un grande y de lo que se trataba era de no perder. Borremos el partido de ayer y pensemos en la liga de tres encuentros que se viene ahora. Cádiz, Deportivo Alavés y Sevilla. Todos en Palma. Tres partidos para sacar la cabeza. Sin Muriqi, pero sin excusas.

De momento las únicas alegrías las dan el Celta y el Granada, dos equipos empeñados en descender y a este paso lo van a conseguir con solvencia. Es lo que salva a un Mallorca que no tiene plan y que ha perdido el rumbo sobre el campo. Hay mejores jugadores que entrenador, de eso no me cabe la menor duda, pero hay otros que mejor que estén en la grada como Amath y Larin. Con este último el gol que le han colado a Ortells es por la escuadra. La penitencia durará lo que quieran el Celta y el Granada.