Fue una batalla desigual tanto por el número de espectadores como por el presupuesto de uno y otro equipo, pero sobre todo porque Birmingham medía el potencial de un club consolidado en la élite italiana con uno que no hacía ni dos año que había abandonado el barro de la Segunda División. Para valorar bien este aniversario hay que poner el foco en la realidad del club en ese momento. El curso anterior maravilló en Primera División tras varias apuestas que no terminaban de convencer cuando se anunciaron.
Llegó Héctor Cúper, un desconocido para la gran masa del mallorquinismo y se contrató a un puñado de jugadores que venían del Valencia y que no entraban en el proyecto del club de Mestalla. Sin embargo, ese grupo de futbolistas se puso la camiseta en el primer día de entrenamiento y el escudo a muchos de ellos se les quedó pegado a la piel.
Desbordaron compromiso, fiabilidad, resurgieron muchos de ellos de sus propias cenizas y brindaron unos años de fútbol que todavía hoy perduran en el tiempo. Tras la Copa del Rey en Mestalla y la Supercopa frente al Barcelona, jugar en Europa fue la gran experiencia que vivieron muchos futbolistas, el propio cuerpo técnico, la dirección del club y los seguidores. Todo era nuevo, todo estaba por descubrir. Era un sueño hecho realidad porque hasta ese momento los encuentros europeos los veíamos todos por televisión, era otros los que viajaban, los que disputaban partidos, cuartos, semifinales, finales y ese año, con toda la humildad del mundo, pero con una ilusión desbordante, el Mallorca era el protagonista principal.
La aventura hasta llegar a la final del 19 de mayo de 1999 fue intensa y el conjunto de Héctor Cúper tuve que superar escalones muy complicados, sobre todo porque se enfrentaba a lo desconocido. Tal vez por eso desde el minuto uno en Escocia en el partido ante el Heart Of Midlothian, el once bermellón mostró una concentración y carácter enorme sobre el campo que le permitieron eliminar en primera ronda al conjunto de Edimburgo y posteriormente hacer lo propio frente a Genk, Varteks y Chelsea. Cuando finalizó el encuentro en el Lluís Sitjar ante el equipo inglés y el Mallorca confirmó su pase a la final, la euforia, teñido de orgullo, se disparó entre el mallorquinismo.
Jamás, ni el más optimista de los seguidores rojillos, había pensado que eso sería posible, que jugar una final Europea tendría al equipo rojillo como uno de los dos equipos como protagonistas. Había que pellizcarse la piel.
En ese momento todo funcionaba a la perfección. El Mallorca era un mecanismo bien engrasado donde fluctuaban el músculo económico, el acierto deportivo y la suerte. Tres factores claves en un deportes tan voluble como el fútbol y cuando uno de ellos falla, cubrir los objetivos es simplemente imposible.
El Grupo Zeta, con Antonio Asensio a la cabeza, se había implicado al máximo en el club, comprando y vendiendo, invirtiendo y cobrando, tal vez utilizando al club como una de sus empresas, pero eso a esas alturas poco o nada importaba. El Mallorca era grande, era importante en el fútbol español y nacional y los jugadores se revalorizaban de cada partido.
La dirección del club, encabezada por Mateu Alemany en la administración y Pep Bonet en la dirección deportiva, armaron un Mallorca indestructible, reconocible en su juego y en su filosofía y dotaron al vestuario de veteranía, juventud e ilusión.
Y ese engranaje lo conseguía conjuntar un hombre, el entrenador Héctor Raúl Cúper. Un técnico sencillo, nada dado a la sobreactuación, serio y trabajador y sobre todo, dedicado en cuerpo y alma a su labor de hacer más grande el Mallorca.
También creció él porque a partir de ahí mejoró contratos, entrenó equipo de mayor relevancia mediática nacional e internacional, pero jamás se sintió tan bien tratado como lo fue en la Isla, donde su figura sigue siendo venerada.
Fue el Mallorca de la final de Birmingham. Hace 25 años, cuando fuimos los mejores, ese equipo unió a una Isla alrededor de algo más que el balón, la unió alrededor de un sentimiento tan mágico como inolvidable.
DOCUMENTAL
Ultima Hora reproduce en www.ultimahora.es y en su canal en YouTube (Ultima Hora Mallorca) un documental dedicado a la final de la Recopa de Europa que el Real Mallorca jugó contra la Lazio en el estadio Villa Park hace 25 años y que, pese al buen partido que realizó el equipo balear, terminó perdiendo (1-2). Titulado JKK7239, el número de vuelo que tomaron los jugadores del Mallorca para viajar a Birmingham, este amplio reportaje recoge un trabajo periodístico marcado por la emoción al recordar unos hechos lejanos en el tiempo, pero muy cercanos en la memoria de lo hinchas del Mallorca. Aficionados, técnicos, periodistas y exempleados del club han subido a la máquina del tiempo para volver a sentir la emoción que experimentaron 25 años atrás, cuando Mallorca se tiñó de rojo y se sintió orgullosa de un equipo que hizo historia.
Fue el 19 de mayo de 1999 en Birmingham, una fecha y una ciudad que ha quedado para siempre en el recuerdo de los seguidores bermellones. Durante algo más de una hora este trabajo entremezcla imágenes del pasado con testimonios del presente. Jugadores como Biagini, Engonga, Paco Soler y Paco Sanz; exempleados del club como César Mota, Luis Martín y Juan Antonio Martorell; el testimonio del delegado Toni Tugores y de numerosos periodistas como Albert Orfila, Carlos Montes de Oca, Fernado Fernández, Pep Verger, Tomás Monserrat, Juan Antonio Bauzá o Tommy M. Jaume junto a un gran número de aficionados, entre ellos, Carol Palmer, Sebastià Oliver, Jaume Ferrer y muchos otros, relatan cómo vivieron ese partido.
El documental ha sido dirigido por Miquel Alzamora, con el trabajo imprescindible en el montaje de Alberto López y Ricard Peitx y el grafismo de Marc Albertí. Imágenes del presente se entremezclan con el valioso archivo del Grup Serra y se ofrecen a todos los aficionados en un documental imprescindible y producido por Nova Televisió
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Ultima Hora
De momento no hay comentarios.