El Real Mallorca conquista el Benito Villamarín

Forzado por la fatiga y las lesiones, Jagoba tenía que remendar el once antes de entrar al ruedo del Villamarín, donde esperaba un equipo armado hasta los dientes que reunía, por primera vez de inicio y en muy pocas baldosas, a Lo Celso, el Chimy Ávila, Abde y Vitor Roque. No se ahorraba nada Pellegrini, dispuesto a estirar la buena racha verdiblanca ante un visitante con el chasis dañado. Para evitar que se le vieran las abolladuras en la parte frontal, Arrasate tiraba Robert Navaro y Larin, reordenaba a su manera el centro del campo y optaba por evitar riesgos frente al sistema de contención, con Greif otra vez bajo el larguero y Antonio Sánchez vestido de lateral diestro.

El partido ya empezaba desparramado. Todavía se escrutaban uno y otro cuando a Lo Celso se le encendía la bombilla con el balón controlado a más de veinte metros de la portería de un Mallorca al que ni siquiera le iba a dar tiempo a taparse. En un ataque de genialidad, el argentino dibujaba un zurdazo que penetraba con violencia entre los guantes de Greif y hacía temblar las paredes del Villamarín. Se acababan de golpe los formalismos iniciales. Se rompía el marcador y amenazaba con quebrarse también el partido en una dirección.

Un minuto después y con el fuego aún al máximo, el pulso regresaba a la casilla de salida. Todavía había público de pie celebrando el gol del Betis cuando decidía responder el Mallorca. Larin domaba con el pecho un balón desbocado y se lo envolvía en papel de regalo a Dani Rodríguez para que el gallego anotara su segundo gol de la temporada. Ahora a medias con el delantero canadiense, fantástico en el control, en el giro y en la descarga. Buen gol y mejor empate. Del griterío al silencio.

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El tiroteo se apagaba aunque el partido era un volcán que seguiría echando lava. El Mallorca, sin tanto control del balón como el Betis y con un estilo mucho más directo, no dejaba que el equipo verdiblanco bajara la guardia y casi todas sus llegadas escondían algo interesante. La más clara llegaba superado el primer tercio del encuentro (minuto 33), cuando Samú Costa, solo dentro del área ante su compatriota Rui Silva, remataba con un tímido cabezazo un centro impecable de Robert Navarro.

Con el miedo aún metido en el cuerpo el Betis estaba a punto de meterse en un lío. García Verdura expulsaba a Lo Celso por una aparatosa falta en el centro del campo y solo el VAR evitaba que las fuerzas quedaran descompensadas. No iba a cortarse la electricidad de un primer tiempo sin tregua. En otra de sus embestidas, el Mallorca se adelantaba fugazmente por medio de Darder aunque el asistente del árbitro lo anulaba de inmediato por la posición avanzada del centrocampista de Artà.

Tampoco habría paz en el segundo tiempo, que echaba a andar con un doble lanzamiento al palo de Abde y con un paradón de Greif a remate de Vitor Roque. El Mallorca, ya sin tanta gasolina, tampoco iba quedarse de brazos cruzados. Se arrimaba con descaro al marco bético y enseñaba las uñas. Robert Navarro, sin vigilancia dentro del área, no acertaba en su remate definitivo ante el portero (minuto 63), algo que también le ocurriría a Dani Rodríguez una serie de jugadas más tarde (minuto 72).

Cuando parecía que el encuentro podía inclinarse hacia la orilla andaluza aparecía Dominik Greif para frenar en seco al Betis con sus reflejos y manos imposibles. El duelo se apagaba entre las brasas y el Mallorca, que se empezaba a guardar en el bolsillo un empate que ya era una bendición, terminaría encontrando oro molido en saque de esquina que prolongaba Samú Costa y ejecutaba del todo con la zurda Valery Fernández. No era un espejismo. Hay razones para ilusionarse.