El tenista mallorquin Rafael Nadal muestra el trofeo de campeón de Wimbledon ante la presencia de los fotógrafos y cámaras de televisión presentes sobre la hierba de la pista central. | Reuters

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La reconquista de Wimbledon cierra el círculo que devuelve a Rafael Nadal a la cima del planeta tenis. Un carrusel de emociones marca el trayecto del número uno del mundo entre el 20 de junio de 2009 hasta ayer: entre el Nadal cariacontecido que anuncia su ausencia en el All England Club al Nadal pletórico que vuelve a morder el dorado trofeo del Grand Slam inglés. De las lesiones y las decepciones a la gloria en 379 días de vértigo.

El giro radical a unos meses para olvidar que arrancaron en el ecuador de 2009. Exhausto, con dolores constantes en las rodillas y con la necesidad de recomponerse de un varapalo personal, Rafael Nadal cedía sus coronas en Roland Garros y Wimbledon sin apenas poder ofrecer resistencia. Perdía el número uno del mundo y su futuro se cargaba de incógnitas. Nueve semanas sin competir y un regreso marcado por los altibajos. Después, su vuelta en Montreal estuvo lejos del nivel necesario para hacer frente a los 'top 10' y pujar por títulos hasta final de año.

Merodeó sin éxito las rondas finales de los torneos en los que participó y se marchó de vacío del Masters.

Moral

La Copa Davis en diciembre de 2009 le devolvía la sonrisa y se convertía en el mejor antídoto para recuperar la inercia positiva. El final de un tránsito por el desierto, el principio de un nuevo convencimiento. Y los síntomas positivos de la final de Doha daban brillo a la primera hoja de un calendario de 2010 que el propio tenista 'manacorí' empezaba a intuir como muy bueno. No obstante, de nuevo las rodillas lastraban su juego y le obligaban a despedirse de los cuartos de final del Open de Australia.

Otro parón y más dudas, pero Nadal no las tenía. Había demostrado prestaciones suficientes para volver a reinar y sólo un trofeo le permitiría materializar las buenas sensaciones que volvía a desprender su juego. Las semifinales en Indian Wells y Miami revelaron atisbos de su mejor versión.

En los cuatro primeros meses del año sólo le había faltado marcar las diferencias en los momentos decisivos y las manecillas del reloj se detuvieron en la hora de la verdad cuando el planeta tenis se tiñó de rojo. El rey de la tierra se disponía a reclamar su trono. La arcilla monegasca del Masters 1000 de Montecarlo volvía a ser suya en otro . El primer trofeo en once meses despejaba todas las incógnitas y Nadal conquistaba su sexto entorchado en el Principado. Eran los albores de una renovada hegemonía sobre el polvo de ladrillo.

Planificación

Con el objetivo de dosificar esfuerzos Nadal dio forma a su temporada perfecta en tierra en los Masters 1000 de Roma y Madrid para convertirse en el jugador que más torneos de este nivel ha acumulado en sus vitrinas. El cetro de la tierra aguardaba en París y el 'manacorí' conquistó su quinta Copa de los Mosqueteros ajusticiando a su único verdugo en el Bosque de Bolonia. Nadal borró a Soderling de la Philippe Chatrier y recuperó con gran autoridad su trono de Roland Garros.

Volvía la hora de pensar en verde y trasladarse al césped. Queen's era la parada. Los dolores volvían a aparecer y la eliminación en cuartos ante Feliciano López se han quedado en una mera anécdota. Rafa vuelve a reinar sobre la hierba.