Atrás quedan los problemas físicos que le impidieron completar su participación en la Laver Cup y el paréntesis propiciado por su enlace con Maria Francisca Perelló el pasado 19 de octubre. Nadal retoma la actividad en un escenario que históricamente le ha resultado esquivo y al que en otras ocasiones ha llegado mermado en el plano físico.
En esta ocasión Nadal y su entrenador, Carlos Moyà, han corroborado que llega en óptimas condiciones físicas y tenísticas para afrontar un torneo que parece reservado para consumados especialistas en pista rápida y cubierta. El mejor resultado del mallorquín en París-Bercy fue la final alcanzada en 2007 y en la presente edición no defiende puntos tras ausentarse el pasado curso.
Su estreno no será precisamente plácido ante el número 43 de la clasificación, Adrian Mannarino, al que derrotó en su único enfrentamiento en Pekín en 2016. El francés es un consumado especialista en las condiciones en las que se desarrolla el torneo tal como demuestran sus finales en Zhuhai y en la Copa Kremlin de Moscú.
Uno de los grandes alicientes en Bercy será la puja por terminar la temporada en el número uno, aunque Nadal ya ha reflejado que liderar el ránking no le obsesiona. El mallorquín relevará a Novak Djokovic al frente de la clasificación mundial el próximo 4 de noviembre y se asegurará culminar 2019 en lo más alto si gana el torneo galo independientemente de los resultados del serbio.
El último Masters 1.000 es una de las tres grandes citas con las que el mallorquín tiene previsto cerrar la temporada. Después de la cita en la capital gala, el manacorí prevé disputar las Finales ATP en el O2 Arena de Londres entre el 10 y el 17 de noviembre y la fase final de la nueva Copa Davis, que se celebrará en Madrid entre el 18 y el 24 de noviembre.
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