Auger-Aliassime llegó a Málaga como el jugador con mejor ránking de la final a ocho, sexto, y tras unas semanas espléndidas (tres títulos en octubre), momento que extendió a la Davis con una actuación sin tacha. Ganó en cuartos su partido ante el alemán Oscar Otte. Se deshizo con solvencia en semifinales del italiano Lorenzo Musetti, otro de los jóvenes que debe adquirir mayor protagonismo en las próximas temporadas, y salió media hora después de nuevo a la cancha para sustituir en el dobles a Denis Shapovalov y formar pareja con Vasek Pospisil; ganaron a Fabio Fognini y Matteo Berettini.
Y en la gran final se encontró con otro jugador de su generación, Alex de Miñaur, ese que quería aportar "un poquito de sangre española" a la final -es hijo de uruguayo y madrileña-, pero que se vio desbordado por la eficacia de Auger-Aliassime. El canadiense, discípulo desde el año pasado de Toni Nadal, triplicó en golpes ganadores, 16-5, a su rival. Le rompió el saque una vez en cada set (para 5-3 y 2-1) y brindó al público del Palacio de los Deportes Martín Carpena una exhibición de su derecha, afilada, precisa y letal. El 0-40 del sexto juego del segundo set fue la única luz de alarma para Auger-Aliassime, que el de Montreal tardó en apagar tres segundos con tres golpes. Para De Miñaur, desperdiciar tres puntos de rotura fue una losa de la que ya no logró deshacerse.
Auger-Aliassime sumó su victoria a la lograda al comenzar la final por Denis Shapovalov, que en las jornadas precedentes había ganado un choque de dobles pero perdido dos de individuales.
En la moneda al aire que son todo los partidos de Shapovalov, en Málaga solo había salido cruz. En la final, por fin, la moneda cayó de cara. Su victoria por 6-2 y 6-4 sobre Thanasi Kokkinakis contribuyó a cuestionar la oportunidad del capitán australiano, Lleyton Hewitt, al alinear a este y reservar a Jordan Thompson para un posible partido de dobles que nunca llegó.
Cuatro días después de debutar en la final a ocho, Shapovalov (18 ATP) se centró. Abrió el partido con dos roturas consecutivas y se encontró con un 4-0 que le dio alas para seguir arriesgando y margen para hacerlo con sentido. Todo lo que ensayaba, la volea, la dejada, el paralelo, le salía bien. En 33 minutos tenía el set en el bolsillo. Kokkinakis (95), que también había caído en su único partido anterior, perdió la paciencia y prodigó gestos de enfado e impotencia, pese al apoyo entusiasta de Hewitt, cada vez que se sentaba en el banco.
Aunque conservó su primer saque en el segundo set, volvió a ponerse en desventaja a perder el siguiente. Tuvo tres ocasiones de hacer el 'contra-break', pero Shapovalov mandó la zurda a funcionar y, aunque alternó con errores graves, mantuvo la ventaja. Rugió como un león cuando con un derechazo puso el 4-2 en el marcador. El australiano probó con subidas a la red, con cambios de ritmo y buscando las esquinas, pero lo único que logró fue verse con otros tres puntos de rotura, de los que solo pudo salvar dos.
Con 5-2 y saque, Shapovalov cedió por primera vez su servicio con una doble falta. Con bolas nuevas, Kokkinakis sirvió y conservó, pero ya no resistió más los ataques del canadiense. Tras hora y medio de juego, Canadá dio un paso al frente hacia la Ensaladera. Con otra hora y 42 minutos, Auger-Aliassime la agarró para quedársela. Frank Dancevic, capitán canadiense, y su equipo se lanzaron a abrazar a Auger-Aliassime, que lloraba tendido en el suelo. La bandera de la hoja de arce arropó sus hombros cansados pero orgullosos.
En 2019 los canadienses ya jugaron y perdieron una final, ante España en Madrid. Ni Auger-Aliassime, que perdió ante Roberto Bautista, ni Shapovalov, que cedió ante Rafael Nadal, pudieron ganar entonces. Tres años más de experiencia fueron decisivos en Málaga. Lleyton Hewitt, el mayor detractor del actual formato de la Davis, tendrá que esperar para ganar como capitán la ensaladera que se llevó como jugador en dos ocasiones, 1999 y 2003, ante Francia y España en las respectivas finales.
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