Rafael Nadal, a su llegada a Palma con el trofeo de vencedor en Sopot (Polonia) el 15 de agosto de 2004. | Jaume Morey

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Un salto y brazos al alto. Esa fue la reacción de Rafael Nadal al comprobar que una derecha invertida de José Acasuso se iba al pasillo. El resultado, 6-3 y 6-4 y primer título en el bolsillo, pero nada de tirarse al suelo como ha hecho en sus victorias más importantes. Era el 15 de agosto de 2004, una fecha histórica del tenis mundial. Entonces, el mallorquín tenía 18 años, 2 meses y 11 días, y seguro no podía ni imaginar que aún tendría la oportunidad de levantar 91 trofeos más a lo largo de su carrera, 22 de ellos de categoría Grand Slam. Toni Nadal recordó en su momento que «teníamos mucha ilusión en que Rafael se convirtiera en un buen jugador, pero no pensaba que iba a tener una carrera tan buena. El triunfo en Sopot fue el inicio, o una parte de ese inicio de la carrera», explicaba el tío y extrenador del campeón.

Quizás el argentino José Acasuso, de 22 años en 2004, tampoco esperaba que el jugador que tenía al otro lado de la red escribiera una carrera legendaria pero sí que intuía que su talento no era como el de los demás chicos de su edad. ATPTour.com se ha puesto en contacto con Acasuso para rememorar esa efeméride. «De tanto en tanto me acuerdo, o me lo recuerdan, que fue el primero torneo que ganó Nadal, así que siempre lo tengo presente». Acasuso, que ya había sido campeón en Sopot dos años antes en 2002, aún jugaría dos finales más sobre el polvo de ladrillo polaco. «Era un torneo que me gustaba. En 2004, me tocó con Rafa que mostraba que iba a ser bueno, ya lo era, pero estaba empezando a destacar antes de que en 2005 empezara a ganar todo: Montecarlo, Barcelona, Roma, Roland Garros y empezara a ser un monstruo sobre tierra».

A pesar de que la vitrina del manacorí antes de esa final estaba vacía de trofeos, su nombre ya sonaba con fuerza en el cuito. Ese mismo año ya había alcanzado su primera final en Auckland, donde el eslovaco se impuso 7-5 en el tercer set sobre pista dura, y en el ATP Masters 1000 de Miami había vencido por un doble 6-3 a un tal Roger Federer. «Me sorprendió y no tanto», recuerda Acasuso. «Yo ya lo había visto un par de años antes, en 2002, cuando jugó en Mallorca y ganó a Ramón Delgado. Ahí ya parecía que venía un jugadorazo, ya se hablaba». En Sopot, entonces ya estaba No. 71 y fue derribando a Victor Hanescu (primera ronda), Arnaud di Pasquale (segunda ronda), Franco Squillari (cuartos de final) y Felix Mantilla (semifinal) sin ceder un set. Y contra Acasuso repitió el mismo guion por 6-3, 6-4 en una hora y 36 minutos.

«Más que su nivel de tenis me sorprendió su cabeza, su espíritu de lucha. Ya se le veía muy decidido y con mucha hambre de gloria», añadió el argentino sobre su primer enfrentamiento con el español. «El enfoque que tenía para hacer las cosas era increíble, el famoso ‘jugar punto a punto’ que decimos siempre los tenistas». Si en algo coinciden todos los jugadores que se enfrentaron a Nadal en sus primeros años de carrera es que más allá de sus virtudes con la raqueta, la convicción, actitud y fortaleza mental no eran propias de un niño de su edad. «Parecía que llevaba varios años en el circuito», corrobora Acasuso. «La mentalidad y cómo estaba en el partido era llamativo. Al verlo ya te daba la sensación de que era distinto, que con 17 o 18 años no te iba a regalar un punto. Iba a salir a ganar como sea».

Menos de cuatro meses antes en Estoril, el español tuvo que abandonar en cuartos de final (walkover) sin poder a saltar a pista frente al georgiano Irakli Labadze. Esa lesión en el pie, que marcaría el resto de su carrera y por la que incluso llegó a escuchar que su trayectoria podía peligrar, le impidió afrontar el resto de la gira sobre tierra y retrasar su primera experiencia en Roland Garros. «Ya se hablaba de lo que Nadal podía llegar a ser, pero a veces también se hablaba de otros jugadores y, después no terminaban siendo tanto», reflexiona Acasuso. En su caso, era como que sentías que podía ganarle a todos, tenía una cabeza de competidor nato, más allá de sus buenos tiros».

«Su cabeza era superior, marcaba la diferencia», continúa su análisis el argentino sobre el joven Nadal. «Ya a los 16 o 17 años era muy profesional. Cómo se plantaba en la pista, cómo jugaba, las jugadas que intentaba hacer… con esa edad, salir a competir de igual a igual con cualquiera, siendo tan joven, es algo que no pasa nunca o no pasaba en ese momento con otros jugadores». Y en Sopot así fue cómo lo hizo Nadal para conquistar el primero de sus 92 títulos ATP Tour. Fue el primer capítulo de una de las historias más grandes jamás contadas.