«Es una sensación que solo unos pocos pueden entender», expresa el jugador español en una carta abierta titulada 'El regalo', publicada en The Players' Tribune, un medio que proporciona a los deportistas una comunicación directa con sus aficionados. Nadal confiesa que durante la mayor parte de su carrera supo «controlar las emociones, con una excepción». «El dolor físico era algo a lo que estaba muy acostumbrado, pero hubo momentos en la pista en que tenía problemas para controlar la respiración y no podía jugar a mi mejor nivel. No tengo problema en admitirlo ahora», señala.
«Después de todo, somos seres humanos, no superhéroes. El jugador que ves en el centro de la pista con un trofeo es una persona; agotada, aliviada, feliz, agradecida, pero sólo una persona. Afortunadamente, no llegué al punto de no poder controlar cosas como la ansiedad, pero todos los jugadores pasan por momentos de dificultad para controlar la mente y cuando eso sucede, es difícil tener el control total de tu juego», continúa.
Tras repasar los consejos que recibió de su familia, en particular de su padre, el ganador de 22 Grand Slams destaca que nunca le impulsó «el odio» hacia sus rivales, «sino un profundo respeto y admiración». «Simplemente intentaba despertarme cada mañana y mejorar un poco para poder seguirles el ritmo. ¡No siempre funcionaba! Pero lo intentaba... Siempre lo intentaba. Durante más de 30 años he dado todo lo que he podido a este deporte. A cambio, recibí alegría y felicidad. Alegría y felicidad, amor y amistad, y mucho más», dice el jugador.
El apunte
'Honoris causa' por la Universidad de Salamanca
1 comentario
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Ara resultarà que no era fatxa, només ho pareixia...hihihi