Dicho lo cual, va de suyo que el 2021, sobre todo para las fincas ganaderas menorquinas, ha sido un año para olvidar, pues a la crisis sistémica que se viene arrastrando desde hace lustros, se sumó la espiral inflacionista que se inició a principios de año, desencadenando un incremento en cascada de los costes de producción (energéticos, fitosanitarios, piensos, carburantes, abonos, transporte, etc.), que no se repercutieron en el precio final de la leche. Esta situación ha obligado a continuar un año más con el paulatino cierre de explotaciones y la disminución, por sacrificio, en más de un 10% de la cabaña de vacuno.
Lo he dicho en alguna otra ocasión. Mientras se siga exportando a la Península una parte significativa de la producción láctea de la isla en forma de leche líquida, para dar salida a los excedentes de producción, el problema tiene muy difícil solución y esta actividad, que ha sido un pilar fundamental del sector primario de Menorca, acabará siendo residual.
Desde mi punto de vista, pienso que la alternativa a esta problemática es, en primer lugar, centrarse en elaborar, al tiempo que se incentiva su demanda, todo el queso DO, artesanal e industrial, que el mercado demande. Y dos, destinar la leche excedentaria a su transformación en productos de mayor valor añadido que los actuales. En definitiva, la salvación del sector pasa porque los productores y el sector industrial vayan de la mano y remen ambos en la misma dirección, incorporando rentabilidad al producto final para que la industria y los ganaderos mejoren sus márgenes de contribución. Pienso, modestamente, que este es el camino a seguir.
Pero el campo de Menorca, afortunadamente, no se agota solo con la leche y sus derivados. La demanda local de frutas, verduras, legumbres, hortalizas, embutidos, aceite, vino, carne, etc. por parte del comercio de proximidad, hostelería y las grandes superficies que operan en la isla, es importante. Abastecerlo con productos ecológicos y de calidad que justifique una contraprestación económica, que cubra costes y margen, es una oportunidad que está al alcance de la mano de los agricultores menorquines y que ya experimentan un número no despreciable de fincas.
En definitiva, el campo de Menorca debe replantearse su modelo de producción en aras a conseguir una rentabilidad de las explotaciones que evite su abandono y que, además, haga posible el cambio generacional que asegure la pervivencia de las fincas, objetivo imprescindible para mantener la sostenibilidad medio ambiental y el entorno natural y paisajístico de la isla.
Una reflexión final. Los agroturismos y los hoteles rurales son buenas iniciativas empresariales que también aportan valor al mantenimiento del campo menorquín y a la conservación del patrimonio arquitectónico tradicional.l