Una de sus peticiones es limitar el acceso de los niños a los dispositivos pero también recomienda hacer campañas sobre la importancia del sueño, la alimentación o la práctica de un deporte preferiblemente extenuante. «Los problemas de salud mental pueden estar asociados a un componente hereditario, también a un nivel adquisitivo bajo de la familia pero, cada vez más, se ve su relación con la escasa presencia de los progenitores en el hogar.
Según una encuesta de la AEP; más del 95 % de los pediatras admiten estar muy preocupados por el incremento de problemas de salud mental en niños y adolescentes y, además, reconocen no tener la suficiente formación en esta área de demanda que sigue creciendo. La doctora Díez recuerda que la OMS ya describió como «situación catastrófica» la afectación de los adultos jóvenes y ahora «los problemas de ansiedad han crecido un 60 %, y el 70 % ha tenido síntomas de depresión en algún momento», señala. Hay más ideación suicida, más y peores trastornos de la conducta alimentaria, «también suben los consumos de estimulantes como la cocaína en edades más tempranas», añade.
El panorama no es halagüeño porque pese a que han pasado dos años del confinamiento poblacional a causa de la COVID, la incidencia de problemas de salud mental sigue en aumento. «Un año y medio después fue cuando empezamos a ver el estrés postraumático», explica. A la pregunta de si se ha tomado alguna medida al respecto, la doctora Díaz es escueta:«ninguna». Se anunció un plan nacional de acción que no se ha aprobado, aunque algunas autonomías, como Balears, tienen el suyo propio. A su juicio destaca una iniciativa aprobada en el País Vasco, donde se realiza un control rutinario y generalizado de salud mental a los niños de 12 años. Si hay algo positivo del actual panorama, señala, es que «hemos concienciado a la población y ése es el primer paso».