—Usted procede del Hospital Universitario de Bellvitge, en Barcelona, ciudad en la que además ha desarrollado ya una importante actividad privada.
—Así es, comencé en 2010 haciendo la residencia de Urología en el Hospital de Bellvitge, durante cinco años, y después me quedé otros siete como especialista adjunto en Urología. Mi cotidianeidad en este gran hospital público, del que guardo un gran recuerdo, era sobre todo en tratamiento del cáncer de próstata mediante cirugía robótica, trasplantes renales y cáncer de pene. Por otra parte he desarrollado una intensa actividad en Andrología en el ámbito de la medicina privada. Esta ha sido mi trayectoria antes de venir a Mallorca.
—Usted es especialista en el uso del robot quirúrgico en la cirugía urológica. ¿Cuáles son sus principales indicaciones y usos?
—Este tipo de robot tiene una larga historia en Urología, hasta el punto de que se emplea para casi todo en la cirugía de esta especialidad. Se comenzó a usar con una indicación clarísima, como es el cáncer de próstata y la prostectomía radical, que es el tratamiento asociado. El robot DaVinci es el único que en estos momentos está consolidado para esa indicación. Poco a poco, las indicaciones se expandieron a la cirugía para el cáncer de riñón y el de vejiga y a cirugías reconstructivas de todo tipo. A este respecto estoy muy orgulloso de haber formado parte del equipo que inició el trasplante renal robótico, en el Hospital de Bellvitge. Que ha sido el tercero en hacer este tipo de intervención en España. Las indicaciones de la cirugía robótica se expanden día a día. Tiene tantas ventajas y tan consolidadas que se puede considerar realizar prácticamente cualquier cirugía. En el Hospital de Bellvitge, en los cinco últimos años, la práctica totalidad de las cirugías urológicas con las indicaciones mencionadas anteriormente fueron robóticas.
—Hasta hace muy poco la cirugía laparoscópica, que permite operar mediante finos tubos que se introducen por minúsculas aberturas, evitando los grandes cortes tradicionales, parecía el último avance. ¿Qué mejoras introduce el robot quirúrgico?
— El abordaje es el mismo, a través de los mismos sitios, con esos trócares, donde se ponen los instrumentos quirúrgicos. Los valores añadidos del robot quirúrgico es que una vez dentro tenemos visión en 3D, que normalmente con la laparoscopia no teníamos y más libertad de movimientos, por una cuestión anatómica, ya que con la laparoscopia no se puede rotar como lo hace una muñeca, y con el robot, sí. Esta posibilidad es muy ventajosa en la cirugía reconstructiva, por ejemplo, cuando tras una prostectomía radical se hace una reconstrucción de la vía urinaria. Con la laparoscopia la alta complejidad del proceso obligaba a asumir importantes curvas de aprendizaje por parte del cirujano. Esto es algo que el robot minimiza. Hay, en definitiva, un aumento de visión, que se multiplica por 10 y se ve en 3D, lo que genera una mucho mayor precisión, minimiza el daño y evita en mayor medida los temidos efectos secundarios de las prostectomías radicales, como son la disfunción eréctil y la incontinencia urinaria, por lo que se ha asentado como gold estándar en ese tratamiento.
—Usted ha desarrollado también en gran medida la Andrología. ¿Cuáles son las últimas aportaciones que se han hecho en esta subespecialidad de la Urología?
—La Andrología es una subespecialidad de la Urología que se encarga de tratar la parte genital y sexual masculina. El 80% de la actividad en este ámbito es en disfunción eréctil. En este sentido, lo más reciente, aunque la indicación tiene ya muchos años, en cirugía de ese campo es el implante de prótesis de pene de 3 componentes. La principal indicación es para la disfunción eréctil orgánica (consecuencia de cirugías anteriores de cáncer de próstata o de la propia evolución del cuerpo humano con sus patologías asociadas a la edad) que no responde a las medicaciones habituales. Llega entonces el momento en el que se puede plantear poner una prótesis de pene. Estas prótesis también han evolucionado muchísimo, de modo que pueden ser tremendamente naturales, en estado de flaccidez absoluta cuando no se quiere utilizar y activándose de una forma discreta que permite volver a tener relaciones sexuales satisfactorias. Esas cirugías son quizá de las más complejas, aunque técnicamente son asequibles. Estas prótesis son de tres componentes e inflables mediante un sistema hidráulico. Para que el resultado sea satisfactorio para el paciente en lo que a la estética y la funcionalidad se refiere, estas cirugías requieren un gran bagaje y una experiencia por parte del especialista que las lleva a cabo.
—Cuando hace ya más de 20 años apareció la molécula sildenafilo (cuyo primer nombre comercial fue Viagra) y sus posteriores evoluciones, parecía que las prótesis habían perdido la razón de ser. Sin embargo, por lo que usted dice, no es así…
—La cirugía de implante de prótesis de pene sigue en boga y cada vez más, porque cada vez tenemos pacientes más jóvenes con esas exigencias. Por los motivos que sea los fármacos pueden fallar. Hay un segundo escalón de fármacos que se pueden probar, pero cuando todo eso falla y tenemos la confirmación de que es un problema orgánico se puede recurrir a las prótesis. A lo largo de los años estas prótesis han evolucionado mucho y funcionalmente ya no tienen las limitaciones que tenían. Hoy en día, con las modernas prótesis de tres componentes, que usamos en el 95% de los pacientes, se ha conseguido optimizar no solo función, sino estética. Es por eso que, una vez entendido el concepto, cada vez más hombres tienen menos reparos en querer colocarse una de estas prótesis. Y además tienen un nivel de satisfacción altísimo, mucho mayor que las pastillas contra la disfunción eréctil.