El Dr. Gómez realiza el ecocardiograma de esfuerzo, que se diferencia de la ergometría convencional en que, en la segunda, al paciente se toman la tensión y las constantes vitales, se le ponen los electrodos y se hace la prueba de esfuerzo, bien en cinta o en bicicleta estática, observando su capacidad de esfuerzo y los cambios electrocardiográficos.
«La diferencia es que en el ecocardiograma de esfuerzo —explica el Dr. Edwin Gómez— es que además de medir esos posibles cambios electrocardiográficos también se va a ver la función y el esfuerzo de las paredes ventriculares del corazón, tanto en reposo como en esfuerzo, es decir, inmediatamente después de la marcha en cinta o en bicicleta estática.» El ecocardiograma que se realiza antes y después del esfuerzo, explica el cardiólogo, «sería la prueba de elección menos invasiva y con una sensibilidad y especificidad adecuadas para hacer un diagnóstico de la cardiopatía isquémica en pacientes con dolor torácico». Además, «al ser una prueba con esfuerzo, es la más fisiológica», añade el Dr. Gómez.
Esta prueba, sin embargo, tiene ciertas limitaciones, una de las cuales es «que el paciente no tenga una buena ventana ecocardiográfica, es decir, que no se alcance a ver de una forma suficientemente detallada el corazón». En esos casos «se puede utilizar el ecocontraste, que consiste en el uso de un fármaco con unas microburbujas».
«Estas microburbujas —continúa el especialista— están basadas en una sustancia que facilita y mejora el contraste en las paredes cardíacas y la cavidad cardíaca con sangre, lo que mejora la visualización del movimiento y el engrosamiento de esas paredes. Este ayuda será necesaria aproximadamente en un 40% de los pacientes.» Las pruebas hasta ahora mencionadas las pueden llevar a cabo pacientes capaces de realizar ejercicio. Para el caso de aquellos que por limitaciones de movimiento no pueden caminar sobre una cinta o pedalear sobre una bicicleta estática, «se puede inducir el esfuerzo mediante una medicación que hace que el corazón tenga que trabajar más».
Esta medicación «hace que el corazón se contraiga con más fuerza y más rápidamente y simula el esfuerzo», explica el cardiólogo, Dr. Gómez. En esos casos se realizará el ecocardiograma con estrés farmacológico, que en el 60% de los casos «necesitará además que se aplique el ecocontraste» para una optimización de la prueba y sus resultados.
La tercera prueba no invasiva que se realiza en Juaneda Hospitales «es la resonancia de estrés, que es de elección en pacientes que tienen una posibilidad de cardiopatía isquémica, que por sus condiciones no pueden hacer ejercicio en cinta o bicicleta o que no tengan una ventana adecuada, es decir, que por alguna razón no se les pueda ver bien el corazón».
«El ecocardiograma con medicación puede ser idóneo para los pacientes que no pueden hacer esfuerzo y que además tienen claustrofobia, ya que el problema de la resonancia magnética de estrés es que una prueba larga, dentro de un tubo, lo que puede generar rechazos en algunas personas con aversión a los lugares cerrados», explica el especialista.
Y añade: «La diferencia de la medicación que se utiliza al realizarse una resonancia para inducir el estrés es que es muy segura y solo necesita una sola dosis, lo que se diferencia del ecocardiograma de estrés, que precisa una bomba de perfusión que aumenta de forma ascendente la dosis de la medicación para aumentar el estrés sobre el corazón».
La resonancia de estrés genera en estos pacientes «muchísima más información, porque además de poder diferenciar la isquemia inducible, también permite ver (a diferencia del ecocardiograma) la caracterización celular del músculo, si ha tenido cicatrices, si hay enfermedades raras de depósito, etcétera», concluye el especialista.