Existe un fármaco antidiabético, la empagliflozina, que se usa para bajar los niveles de azúcar a través de la orina. «Arrastra el líquido fuera del cuerpo eliminando la retención de líquidos, lo que en teoría mejora la circulación». Así explica el investigador y cardiólogo mallorquín Xavier Rosselló, la hipótesis sobre la que partieron varios estudios para averiguar si este fármaco podría tener otras propiedades más allá de las antidiabéticas. ¿Y si era bueno para el corazón?
El pasado 6 de abril, se presentó en el congreso American College of Cardiology de Atlanta el estudio que confirmaba que la ‘empa’ reduce el número de ingresos hospitalarios tras un infarto agudos de miocardio. Una investigación en la que participaron 451 hospitales alrededor del mundo, Son Espases entre ellos, de la mano de este especialista.
Y es que si previamente se sospechaba que el fármaco mejoraba la salud de los enfermos con patologías cardiovasculares, «se comprobó en ensayos clínicos que era así en cuanto a la mortalidad de enfermos con insuficiencia cardiaca».
Siguiendo con esta hipótesis, «el año pasado lo demostramos también con la insuficiencia renal crónica que es una enfermedad totalmente diferente», añade el doctor Rosselló que también participó de este estudio.
Quedaba pues por investigar los fallecimientos o reingresos hospitalarios en caso de infartos de miocardio, usando varias variables a la vez. Ahora ya se sabe que es válido para el segundo de estos supuestos gracias a un estudio que, por cierto, ya se publicado en The New England Journal of Medicine, una de las revistas más prestigiosas en medicina.
Pero si algo resulta cuanto menos curioso en esta investigación es que se ha evidenciado la efectividad del fármaco pero se desconoce su proceso exacto. Es decir, «sabemos que esto mejora la mortalidad cardiovascular en estos casos; que se bloquea una determinada molécula, pero que no se encuentra en el corazón», explica el experto.
El doctor Rosselló señala que desde los años 90 parte de las investigaciones en medicina pueden basarse en la evidencia, es decir, «todo tiene una explicación pero podemos no conocerla. Si es beneficioso para el enfermo, nos interesa», señala recordando que los ensayos son seguros y eficaces. En este caso, «sabemos que baja la tensión arterial, el líquido intravascular, mejora la función renal... Y pensamos que es por un conjunto de factores, aunque no haya una causa clara», aclara. «Normalmente nosotros sabemos qué propiedades tiene un fármaco y después se hace un ensayo clínico pero éste ha sido un proceso inverso», concluye.
Lo esperable ahora es que las Agencias del Medicamento de EEUU y Europa, la EMA y la FDA aprueben su uso clínico en el plazo de un año.