El caldo de huesos, obtenido tras la cocción prolongada de huesos de origen animal, como el pollo, la res o el pescado, encierra en su dorada esencia numerosos nutrientes, incluido el colágeno, así como minerales esenciales como el calcio y el magnesio, entre otros compuestos igualmente beneficiosos como la glucosamina y la condroitina.
Es un auténtico cóctel de salud que, además de colaborar en la producción natural de colágeno, esencial para mantener la elasticidad de la piel y disminuir la aparición de arrugas, ayuda a reforzar la salud de nuestras articulaciones y puede aliviar los síntomas de afecciones como la osteoartritis. Pero hay más, el caldo de huesos puede ser un aliado para mejorar la salud digestiva gracias a los aminoácidos que contiene y que ayudan a fortalecer la mucosa intestinal, beneficioso para aquellos que padecen problemas de este tipo como el síndrome del intestino irritable. Además, aporta nutrientes que fortalecen nuestro sistema inmunológico, una función esencial en estos tiempos.
La preparación del caldo de huesos es tan fácil como cocina de la abuela, aunque sí requiere paciencia. Los huesos (de pollo, res, cerdo o pescado, cargados de médula y cartílagos) se ponen en una olla grande con agua y un chorrito de vinagre, se lleva todo a ebullición y se deja cocer a fuego lento durante entre 12 y 24 horas. Pasado este tiempo, se cuela y se puede conservar en la nevera hasta una semana o congelarlo para utilizarlo en el futuro.
Desde entonces, el caldo de huesos ha trascendido más allá de una tendencia en el mundo de la salud para convertirse en un genuino y natural medio de nutrir el cuerpo con colágeno y otros nutrientes esenciales. Así que, ¿por qué no darle una oportunidad? Después de todo, su preparación puede requerir tiempo, pero los beneficios que aporta a nuestra salud merecen todo el esfuerzo y hacen de él el complemento perfecto para una dieta equilibrada.