Francisco Kovacs, durante la entrevista en ‘Ultima Hora’. | Jaume Morey

Hacer de los niños seres autónomos, pensantes, críticos y leales a sí mismos es la esencia de cómo cree el doctor Francisco Kovacs que los padres deben educar a sus hijos en un contexto en que la calidad educativa sigue en retroceso. Explica y argumenta el cómo y el porqué en su libro Aprendiendo a ser padres.

Ha vuelto a reeditarse después de apenas 12 años.
Realmente es un libro nuevo al que han llamado igual. Incluye todo lo que tenía antes pero desde entonces han cambiado muchas cosas: no había inteligencia artificial, ni enseñanza telemática... Ahora hay pruebas sobre el efecto que tiene el aprendizaje digital en comparación al clásico. Entre los cambios tecnológicos, lo que yo entiendo como atisbos de decadencia de la sociedad occidental y los cambios geopolíticos, quienes ahora son niños van a vivir tiempos mucho más inciertos que los que vivieron sus pares y abuelos.

¿Cree que a este ritmo tendrá que volver a reeditarlo dentro de otra década?
Si sigue así y yo sigo aquí y estoy capacitado estaré encantado. Desde la implantación de la LOGSE, hace ya 40 años, el nivel educativo español se ha hundido según todas las comparaciones internacionales y han pasado gobiernos de todos los colores. En mi opinión, el sistema actual no prepara a los niños para sobrevivir en el mundo que viene, ni para competir con los de otros ámbitos con una educación diferente, como los asiáticos. Ante esa situación hay dos actitudes: una es confiar en que vendrá un nuevo gobierno que cambiará la educación y la hará brillante; otra es centrarse en qué pueden hacer a título individual los padres, en su ámbito de responsabilidad, para educar a sus hijos. Éste es el enfoque de este libro.

El libro empieza aportando datos científicos.
Hay dos partes. La primera es de base científica y el planteamiento es cómo educar técnicamente a un niño partiendo de que el objetivo de la educación es contribuir a adultos que sean libres, dignos y capaces de superar los problemas que se encuentren y ayudar a los demás. ¿Cómo? Fomentar que fructifiquen todas las potencialidades que deparan los genes de un niño, porque las que no desarrollen se van a marchitar. Hay que definir cómo y cuándo aportar los estímulos y vivencias educativas según el calendario de desarrollo biológico; es muy difícil que las conexiones que no se han construido a los 7 o los 10 años se desarrollen más tarde. Los primeros años son fundamentales. Otro aspecto esencial es rodearle de afecto y, por último, darle un modelo que imitar, todos los simios aprenden por imitación. Los padres son los referentes a los que se imita, mejor que sean conscientes de ello. Sus hijos les observarán toda la vida.

Cuando se habla de la educación de los niños se piensa en la primera etapa y ¿luego qué pasa?
La segunda parte del libro va sobre cómo encajar a un niño estupendo en un mundo en el que no siempre se aplican los principios en los que habrá sido educado: la justicia, la palabra dada... Hay que prepararle para que tengan un criterio suficientemente sólido como para mantenerlo firme y, si lo quiere cambiar, que lo haga de forma consciente. Tiene que saber sobrevivir a un entorno diferente y hacerlo de acuerdo con sus principios.

Pero parece dar por sentado que no se equivocan.
Lo importante es que cuando se equivoquen se den cuenta y puedan corregir su error. Eso requiere que sepan percibir y analizar objetivamente la realidad y a sí mismo, que no se dejen manipular...

Eso es muy difícil en la era del ‘fake new’ o cuando la persona se informan por TikTok.
Hace 50 años el problema era el acceso a la información y ahora hay que seleccionar la buena, y para ello hay que tener criterio.

¿Ahora se educa bien?
En general no. La tendencia es no castigar a los niños porque los traumatizas pero lo que traumatiza es no ser castigado cuando saben que lo merecen. O ser castigado sistemáticamente sin merecerlo. Además deben ser educados conforme a la realidad. Si un niño suspende tiene que estudiar más, no criticar la dureza de los exámenes o a los profesores. Educar es encauzar comportamientos y actitudes y eso conlleva premiar unas y reprimir otras. Dejar que el niño se eduque espontáneamente y a ver si hay suerte no es hacer de padres. Hay estudios de las consecuencias en niños a quienes no reprenden cuando lo merecen: puede asumir que si lo que me castiga no funciona lo que me protege, tampoco; o pensar que ni puede fiarse de sus padres porque no cumplen las normas que establecen; o que como en casa lo consiguen todo sin esfuerzo ni mérito, el mundo exterior también le deben pleitesía. Eso genera conductas autoritarias.

¿Los móviles son aliados o enemigos?
Hace 100 años no había telefonía y apareció abriendo posibilidades maravillosas aunque también permitiendo estafas. La gente ha aprendido a usarlos pero a nadie se le ocurre dar datos bancarios o un pin a nadie que no conoce. Lo mismo sucede con el móvil, es una herramienta mucho más potente con riesgos mucho mayores. La mayor parte de los niños hoy en día no pueden mantener la atención más de 3 a 10 minutos en un vídeo porque es lo que les enseña de pequeños. El móvil es una capacidad adicional, no se debe usar para suplir la suya.

¿La educación va ligada al estatus socioeconómico?
Es una de las cosas que más preocupa porque el deterioro del sistema público, que debería ser meritocrático, ha sido sistemático. Lo fundamental es que la educación pública sea rigurosa y excelente.

¿Hasta qué edad enseñan los padres?
Siempre influencian, a veces más de lo que creen. Al 90 % en niños pequeños y menos ya a los 30 años. Uno de los objetivos de la educación es que el niño vuele con sus propias alas.