El Dr. Santiago Manuel Herrero Fernández, director de la UCI del Hospital Juaneda Muro.

«Humanizar una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), es algo en lo que se ha estado trabajando desde hace ya de 10 a 15 años en España, aunque la implementación ha sido paulatina, y que depende de muchas circunstancias. Humanizar es hacer que algo sea afable, amigable, en un entorno en el que todo esté centrado en el paciente crítico, en la estructura y en las personas que lo tratamos».

Así se expresa el Dr. Santiago Manuel Herrero Fernández, director de la UCI del Hospital Juaneda Muro, un profesional con una experiencia larga e internacional, muy preocupado por una atención en todos los ámbitos y entornos a los enfermos en cuidados intensivos.

«Los pacientes críticos están claramente sometidos a muchos y diversos mecanismos en los que, buscando su supervivencia, podíamos inducirles ciertos daños, algo que obviamente, como sanitarios, no deseábamos que les pudiera ocurrir», explica el Dr. Herrero.

Y añade: «En el pasado, durante los años 70 al 90, la tecnología de soporte vital que envolvía al paciente iba dirigida hacia la supervivencia del sujeto. No se buscaba su comodidad. Sin embargo, todos estos aspectos han ido mejorando conforme han pasado los años y especialmente en la entrada de este milenio».

«La humanización de las UCI se ha desarrollado con el objetivo de que el paciente tenga un entorno mucho más acorde a las circunstancias», después de que en otros tiempos «muchas de las UCI nacieron poco amigables para el paciente, incluso en entornos cerrados, sin ventanas, claramente hostiles y con escasa comunicación».

«Tampoco se cuidaba —continúa— la privacidad de los enfermos, separados solo por cortinillas, todo ello derivado de problemas estructurales. No solo hay que lograr que el paciente crítico sobreviva, hay que mejorar su estado cognitivo, todo lo que lo envuelve».

Ese enfoque «es lo que ahora llamamos humanizar, desde los aspectos más centrados en el paciente, en su entorno y en su familia, ya que la humanización tiene que ir acompañada de otros elementos: No ha de ser solo que las UCI tengan más luz o mejores ventanas».

Y no es el de la luz un detalle baladí: «Es cierto que la falta de luz incidía en los pacientes, haciendo que estuvieran más agitados y confusos. Ese fue uno de los grandes problemas que hizo que entendiéramos que las UCI debían modificarse para mejorar esos aspectos».

En las UCI «el denominado 'delírium' o 'síndrome confusional agudo' es un problema muy importante, que puede llegar a afectar entre el 30 y el 80% de los ingresados (y no solo en la UCI, también en áreas de hospitalización general) y que tiene un significativo factor de mortalidad, que puede llegar a incrementarla entre un 26 y un 30%. Hoy se está trabajando para evitar el delirium y el estrés post UCI del paciente».

«Buscamos —destaca el Dr. Herrero— que el paciente no sólo sobreviva al evento que lo ha llevado a la UCI, sino que también, al ser dado de alta y regresar a casa, tenga una vida mejor, ya que evitar el síndrome post-UCI puede llegar a ser complejo».

Para humanizar la UCI «todo eso se ha ido modificando, tratando a los pacientes y dándoles una atención más centrada en ellos, en la que personalmente denomino como 'atención holística del paciente crítico' cuidando sus aspectos más íntimos, como la autonomía, la comodidad emocional, lo social y familiar».

En el Hospital Juaneda Muro, «una gran mayoría de nuestros pacientes son extranjeros, por lo que hay que tener en cuenta además de ese factor, las costumbres y creencias religiosas de cada persona, muy diferentes entre ciudadanos españoles, británicos, germánicos, asiáticos… y actuar a todos los niveles».

Con todo, destaca el intensivista, «el mayor impacto es el estructural, un problema resuelto en el Hospital Juaneda Muro, con una UCI con grandes ventanales y mucha luz natural, lo que facilita la conciliación del sueño, estando siempre pendientes, además, de la reducción de ruidos innecesarios».

Y se hace hincapié en los casos más especiales: «Hay pacientes que están sedados durante muchos días de su estancia en la UCI y ven modificado todo su espectro, que está relacionado con los ritmos circadianos. Y en esos casos creo firmemente que hay que ser intervencionista».

«Como esos enfermos —continúa el Dr. Herrero— no saben ni cuándo es de día, de tarde o de noche, cuando despiertan hay el riesgo de la presencia del delírium, de un estado confusional agudo, lo que puede ser un gran problema. Para evitarlo hemos introducido nuevos métodos».

Para reducir ese riesgo «se utiliza cada vez menos sedación en lo posible, para evitar los «disparadores» del delirium, y fármacos que mejoran el estado circadiano del paciente, optimizando el ciclo de la melatonina, que es diferente a lo largo del día, donde el pico se encuentra entre las 2 y las 5 de la madrugada, mientras que estando bajo efectos de la sedación los niveles son muy bajos, lo que sucede incluso en pacientes mayores no sedados».

«Los niveles de melatonina —añade el Dr. Herrero— de por sí decrecen a partir de los 50 años de edad, siendo bajos a partir de la década de los 60 en adelante, y si además el paciente está gravemente enfermo esos niveles son realmente ridículos. La melatonina además es un buen antioxidante y debería beneficiar a cualquier paciente crítico».

Pero al humanizar hay que facilitar otras circunstancias: «Queremos dejar que los pacientes puedan estar más tiempo con sus familias, que les ayuden a comer, incluso en el aseo y en otros momentos de su hospitalización. Naturalmente esto es algo que se debe gestionar antes con esos familiares, porque no todos pueden o desean hacerlo. Este perfil es el llamado de UCi de puertas abiertas, que no siempre es fácil de gestionar».

Todas esas mejoras pueden optimizar el entorno psicosocial del paciente: «Hay estudios que señalan que esas acciones benefician al enfermo, reduciendo incluso el tiempo de estancia y mejoran el resto de problemas asociado a su paso por la UCI».

Todo tiene que estar muy perfilado a cada paciente, porque no todos son iguales y «cada uno tiene su idioma (para lo que es vital nuestro equipo de intérpretes), cultura y visión, sobre todo en el Hospital Juaneda Muro, con muchos enfermos de diferentes países».

«Una UCI que facilite ese entorno —destaca el Dr. Herrero— siempre estará más técnicamente humanizada. Una UCI que favorezca el entorno psicosocial atiende holísticamente al paciente, recogiendo aspectos espirituales y religiosos, que pueden ser muy diferentes».

En busca de esa humanización «en la UCI del Hospital Juaneda Muro, mientras tengamos el ambiente estructural adecuado, facilitaremos que las familias puedan estar más tiempo, hasta el punto de que en algunos casos, debidamente seleccionados, con una atención especial, pueden acompañarlo las 24 horas».

En general y según este experto, «la humanización ha de centrar todo en el paciente, la estructura y las personas (sanitarios) que lo tratamos y también «la UCI ha de estar abierta, permitir la entrada siempre que sea posible, sobre todo tras la terrible experiencia de cierre sufrido durante la pandemia, que dejó secuelas en pacientes y familias».

Dejar espacio a las familias en la UCI «es muy importante para el paciente. Para eso hay que enseñar a todos: al enfermo, a la familia y a los cuidadores». Sin olvidar que «en un entorno de gran estrés como el nuestro, hay cuidadores sanitarios que pueden sufrir lo que significa «quemarse», conduciendo a bajas laborales, y ellos también necesitan cuidados».

«Facilitar la comunicación con los familiares de pacientes que están al final de su vida también es algo ante lo que debemos de ser muy abiertos y actuar con empatía», destaca el Dr. Herrero. Ante estos pacientes «a los que no se les puede realizar más cuidados de lo que hemos podido llegar, es importante poder comunicarse con la familia».

Esta comunicación ha de hacerse «de una manera sencilla para favorecer unos cuidados paliativos dentro de la UCI, donde incluso el paciente tenga claro su derecho y sus limitaciones, para decidir». Para ello «debemos informar de una manera comprensible de aquellas opciones y tratamientos que los médicos proponen».

«Y —concluye el Dr. Herrero— tras alcanzar un acuerdo, hay que facilitar el mayor confort para el paciente y dejar que la familia pueda estar junto a él en esos momentos tan difíciles. Salvo imponderables, no basta con solo decirles a los familiares, de puertas para afuera, que su ser querido ha fallecido, debemos darles el apoyo necesario en todo momento».