A finales del siglo XIX las Baleares no son unas tierras incógnitas para los viajeros. Desde el siglo XVII se tiene constancia de la visita de personajes de las élites europeas.
Políticos, militares, diplomáticos, artistas, escritores e incluso exiliados, dejarán un testimonio de su paso por Mallorca constituyendo una imagen que se divulgará por Europa.
Esta imagen atraerá a los llamados viajeros románticos, movidos por las ansias de descubrir nuevos lugares y experiencias que plasmaran en una serie de obras. Quizás con ello asistimos al nacimiento de la precursora marca 'Mallorca'.
Todo ello propiciará la Industria de los forasteros, sobre la cual reflexionarán los intelectuales Miquel dels Sants Oliver y Bartomeu Amengual, ambos influenciados por la evolución del turismo en París, Roma, Venecia, Florencia, El Cairo.
A principios del siglo XX, las premoniciones de Oliver y Amengual verán su fruto en dos hitos de la historia del turismo de Mallorca: La inauguración del Gran Hotel (1903) en Palma y la creación del Fomento del Turismo (1905). Seguramente no llegaron a imaginar que el desarrollo turístico acabaría monopolizando la economía, la sociedad y sería el principal causante de la transformación del territorio.
Para el desarrollo del turismo se necesitan básicamente: elementos de atracción, turistas, medios de transporte, empresarios y una imagen turística.
Todos estos elementos, a finales del siglo XIX en Mallorca se encuentran presentes en menor o mayor medida de forma incipiente en correspondencia a su tiempo.
Un patrimonio natural y cultural ya había sido descrito y valorado positivamente por todo un conjunto de visitantes. Se tiene constancia de la llegada de viajeros pertenecientes a la burguesía occidental, y a la aristocracia. Únicos privilegiados que se podían permitir el lujo de viajar por placer.
Por lo que respecta a los transportes, imprescindibles para llegar a Mallorca, desde 1838 existía un servicio regular de barcos entre Palma y Barcelona, que fue mejorando sus servicios.
Las comunicaciones interiores avanzaron con el despliegue del ferrocarril. El mismo año entra en el puerto de Palma el primer automóvil, si bien sólo podría circular por carreteras mal pavimentadas y de difícil trazado que debería compartir con carros y carruajes de tracción animal, obviamente. Podemos pensar que las necesidades de movilidad para la mayoría de mallorquines eran escasas.
Entrada la segunda mitad del siglo XIX surge lo que podríamos llamar una literatura plenamente turística, la obra de pintores, grabados y la incipiente fotografía, destacando autores como el diplomático Charles Toll Bidwell, con su obra The Balearic Islands (1876). El miembro de la Royal Geographical Society Charles William Wood publicó Letters from Majorca (1888). El escritor Gaston Charles Vuillier dejó la obra con el enigmático título Les illes oubliées (1893). Herman Alexander Pagenster, profesor alemán, publicó Die Insel Mallorka (1867).
De entre todos los visitantes de la Mallorca de finales del siglo XIX el protagonismo corresponde al Archiduque Luís Salvador de Austria por los vínculos que relacionan su biografía con Mallorca y la publicación de una de las obras que han contribuido al conocimiento de las Islas Baleares: Die Balearen in Wort und bild Geschildert, elaborada entre 1867 y 1891.
En 1891 Pere d?Alcàntara Penya ve publicada por Librería de J. Tous-Editor su Guía Manual de las Islas Baleares con indicador comercial. Obra fundamental editada desde Mallorca.
Un camino hacia la modernidad se estaba abriendo paso para la sociedad mallorquina, aunque mayoritariamente sólo se planteara la posibilidad de embarcarse y dejar la isla atrás hacia la emigración o cumplir con obligaciones militares.