Lucía Torrealday, Begoña Pedrosa y José Antonio de la Rica. | Europa Press

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El Gobierno Vasco ha puesto en marcha una 'Estrategia de prevención, intervención y posvención de la conducta suicida en el ámbito educativo', con la que se pretende ayudar a abordar situaciones de este tipo en el entorno escolar y que incluye formación para los profesionales educativos pero también para el alumnado.

La estrategia, elaborada por los departamentos de Educación y Salud con la participación de expertos de UPV/EHU y Osakidetza, ha sido presentada este jueves en Bilbao por la viceconsejera de Educación, Begoña Pedrosa, el director de Atención Sociosanitaria, José Antonio de la Rica, y la directora para la Diversidad e Inclusión Educativa, Lucía Torrealday.

El documento deriva de 'la Estrategia de prevención del suicidio en Euskadi' realizada por Salud, que entre sus medidas recoge la necesidad de protocolizar la actuación ante los casos de riesgo de suicidio identificados en centros educativos. Se basa, asimismo, en las recomendaciones de la OMS y Unesco.

En palabras del director de Atención Sociosanitaria, se trata de «una herramienta de enorme potencial» en un ámbito, el escolar, en el que ya se venía actuando y que es «clave» para avanzar en la prevención y actuación ante el suicidio, «uno de los principales y más graves problemas de salud pública, que afecta a todos los países, a todas las edades».

Según ha explicado, el pasado año se produjeron en Euskadi 148 suicidios, de los que tres corresponden a personas de hasta 19 años. De la Rica ha precisado que la tendencia de muertes por esta causa permanece «estable» durante la última década, y ha incidido que es en los casos de intentos de suicidio --se estima que por cada suicidio se dan entre 10 y 15 intentos-- donde hay «una oportunidad para intervenir».

En este marco, la estrategia para el ámbito educativo pretende ser una herramienta que ayude a la comunidad educativa a avanzar en la prevención, en el desarrollo de intervenciones y también en la actuación una vez se dan casos y gestionar «todo el ecosistema que conlleva» porque, según ha remarcado Begoña Pedrosa, «es un trabajo donde las sinergias, dentro y fuera del centro, son importantes».

La estrategia incide en una serie de aspectos clave para la prevención de las conductas suicidas como el desarrollo de competencias socioeducativas en los centros escolares, la educación del alumnado en la gestión emocional, el trabajo en la resolución de conflictos y en las relaciones interpersonales, el afianzamiento de una comunicación fluida, el sentimiento de pertenencia a la comunidad o la generación de un clima de seguridad y confianza en las aulas.

Asimismo, contempla diversos escenarios de actuación en función de la situación que se produzca en el centro escolar: la identificación de señales de alarma de suicidio, un intento de suicidio o una muerte por suicidio. En los tres casos, el objetivo es dotar a los centros escolares de «una herramienta útil y rápida» con la que poder actuar, «de la manera más inmediata posible», ante el caso que se produzca.

El protocolo de actuación ante el riesgo de suicidio identificado se fundamenta en la detección de «señales de alarma» que habitualmente predicen un mayor riesgo de conducta suicida (como hablar de suicidio o hacer planes de suicidio, autolesiones, ser víctima de abusos sexuales o bullying, percepción de ser una carga para los demás, baja autoestima). En este caso, se otorga «una enorme importancia» a la comunicación con el alumnado en riesgo de conducta suicida y se pretende crear «el clima para que el alumnado sea activo en la búsqueda de ayuda».

Se considera que la detección de un alumno en riesgo de conducta suicida en el centro requerirá de una presencia y acompañamiento cercano por parte de su círculo de apoyo y del resto de profesionales y, por ello, detalla un procedimiento de actuación que incluye la creación en el centro del Equipo de Respuesta de Crisis Suicida o establecer una observación sobre el alumno «y no dejarlo sin supervisión».

También se establece un protocolo de actuación después de un intento de suicidio, tras el que estos adolescentes regresan al centro educativo con «complejas necesidades socioemocionales y educativas».

En este caso, se considera que el centro escolar debe proporcionar al alumno «un contexto de validación, crecimiento personal y la posibilidad de retomar contacto con sus capacidades» y, asimismo, ofrecer «un entorno relacional donde, trabajando el sentimiento de pertenencia, se genere vínculo y apego».

En tercer lugar, se contempla un protocolo de actuación después de una muerte por suicidio, con un conjunto de acciones desarrolladas «por, con y para las y los supervivientes del suicidio», el conjunto de la comunidad educativa. El objetivo es facilitar su recuperación psicosocial y prevenir otros efectos adversos (como la manifestación de la conducta suicida o la aparición de sintomatología clínica).

Se prevé que, cuando la escuela recibe la noticia de que uno de sus miembros ha fallecido por suicidio, active el Plan de Actuación de Respuesta de Crisis Suicida que, entre otros, contempla los confirmar la autenticidad la información, informar responsablemente a la comunidad escolar, prevenir el contagio de la conducta suicida, activar los servicios de apoyo o desarrollar un plan de acto conmemorativo.

Guía y formación

La estrategia elaborada persigue dotar de una guía para proporcionar, tanto al profesorado como al personal no docente, los conocimientos básicos y esenciales en la prevención de la conducta suicida en la población infantil y adolescente. Para ello, se definen términos básicos que se emplean al hablar sobre la conducta suicida y se trata la relación que guarda este fenómeno con factores como la edad, el sexo o con la orientación sexual y la identidad de género.

Por otro lado, el documento desmiente algunos de los «falsos mitos» en torno al suicidio como el hecho de que «hablar del suicidio lo promueve» o que «no se puede hacer nada» cuando una persona decide acabar con su vida, según ha explicado Lucía Torrealday.

La guía detalla los factores que intervienen en el comportamiento suicida para facilitar la detección del alumnado que necesita ayuda, tanto los «protectores» ante el suicidio, como los «de riesgo» del fenómeno suicida, junto a las «señales de alarma».

La estrategia incide en la formación a la comunidad educativa en esta materia. El Departamento de Educación, han destacado sus responsables, lleva meses desarrollando diferentes iniciativas formativas en relación al estado anímico del alumnado y, en concreto, actualmente se está llevando a cabo la formación sobre bienestar emocional con cerca de 900 docentes.

Ahora, una vez remitido el protocolo-guía a los centros escolares, se pondrán en marcha sesiones formativas sobre esta materia de los profesionales de los equipos BAT (Bullying-aren Aurkako Taldea, creados dentro de la iniciativa Bizikasi) que funcionan en todos los centros escolares.

Estas sesiones se extenderán más adelante al conjunto de la comunidad educativa (personal no docente de los centros y familia), mediante webinar, ya que se considera que «cualquier persona miembro de la comunidad puede ejercer un importante papel de observador para la identificación de señales de alarma de riesgo de suicidio en su entorno».

El objetivo que es que las sesiones formativas lleguen al alumnado de Secundaria, a través de dinámicas de trabajo que se desarrollarán en los centros en torno al suicidio, o con materiales didácticos que abordarán la conducta suicida, a partir del próximo curso.