Archivo - Audiencia Provincial de Almería | Europa Press - EUROPA PRESS - Archivo

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La Audiencia Provincial de Almería ha condenado a once años y seis meses de prisión a B.C., el hombre de 42 años y natural de Gambia que mató a puñaladas a un compatriota en las proximidades del Castillo Román de Cuevas del Almanzora (Almería) en diciembre de 2020, conforme al veredicto de culpabilidad emitido por un tribunal de jurado.

La sentencia dictada por la Sección Segunda, recogida por Europa Press y sobre la que cabe recurso de apelación, impone también al condenado por homicidio una medida de libertad vigilada de diez años por el crimen, en el que empleó un objeto contundente para golpear a la víctima a la que también clavó un cuchillo «con el ánimo de menoscabar su integridad física y sin importarle acabar con su vida».

El presidente del tribunal, Luis Durbán, señala a la hora de establecer la pena el contexto de «discusión» y «acaloramiento» en el que se desarrollaron los hechos, toda vez que la acción «no estuvo presidida por un dolo directo sino eventual». Del mismo modo, atiende como elementos «desfavorables» para individualizar la pena los antecedentes penales del acusado, a quien consta una condena por robo y otras dos por tráfico de drogas.

En este caso en concreto, se atestiguaron hasta siete heridas incisas derivadas de un ataque con piedras y puñaladas en cara, brazos y pecho, una de ellas consiguió penetrar en el espacio intercostal izquierdo y causó una herida «mortal de necesidad», lo que provocó la muerte de la víctima por un shock cardiogénico o taponamiento cardíaco, por herida cardíaca por arma blanca.

La resolución judicial, que rechaza evidencias de que el hombre se encontrara bajo los efectos de sustancias estupefacientes, incide en el veredicto de los jurados, quienes determinaron a partir de la declaración de distintos testigos, incluidos agentes de Policía Local, que el acusado fue quien apuñaló a la víctima.

Los mismos agentes relataron durante el juicio que al llegar al lugar donde estaba tendido el fallecido, una persona les señaló desde un edificio cercano al acusado, que estaba sentado a unos 100 metros fumando. Los agentes lo llamaron y el acusado se acercó a ellos «tranquilamente, diciendo que había sido él quien lo había matado y que todo había obedecido a una discusión que derivó en un forcejeo».

Según los agentes, el acusado, quien precisó de un intérprete durante el juicio, hablaba español «perfectamente» y tenía la ropa y los zapatos manchados de sangre; también presentaba un golpe en un brazo. «La manifestación autoinculpatoria se produjo de manera espontánea, en el lugar del hecho y a la llegada de los agentes, por lo que resulta plenamente válida», indicado en su sentencia el magistrado-presidente.

El acta del veredicto también recoge cómo el acusado reiteró su confesión de los hechos ante la médico forense cuando fue sometido a examen para valorar su imputabilidad y narró de «manera espontánea» el hecho con las siguientes palabras textuales: «he matado a un amigo, fui a coger basura para comer, quería dormir a las 15 horas y hasta las 20 horas porque por la noche no duermo bien, amigo se pone a gritar, a mí me molesta, y comenzaron una discusión».

En esta línea, refirió ante la forense que el fallecido le dijo a él «hoy te mato» e «insultó a su padre y a su madre», de modo que la víctima «cogió un palo y lo golpeó, poniendo él el brazo izquierdo para protegerse». Fue después cuando el investigado cogió una piedra y le golpeó al fallecido en el ojo, y con otra piedra en el tórax. Después, antes de que fuera agarrado, cogió un cuchillo y «se lo clavó cinco veces y dispuso su cuerpo en el suelo».

El jurado también tomó en consideración los informes de los especialistas del Departamento de Biología del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil, de los que se derivó que los restos orgánicos presentes en la camiseta de B.C. mostraban sangre de la víctima.