Como ha comprobado Europa Press, al menos cinco personas de distintas nacionalidades siguen estando allí y, pese a la intervención de los servicios de limpieza, viven en condiciones de insalubridad en el sitio donde ocupan.
El convenio entre Aena, Generalitat y los ayuntamientos de Barcelona y El Prat de Llobregat para abodar el sinhogarismo en el aeropuerto firmado en 2012 está caducado y aún debe renovarse, mientras estas personas siguen viviendo en el parking, que está cerrado desde 2009 (seis años después de abrirse, en 2003).
Fuentes conocedoras han explicado a Europa Press que trabajan para reubicar a las personas que han pasado por el parking: el viernes pasado, el Ayuntamiento de Barcelona inició la mediación con ocho de ellos, dos de los cuales aceptaron ir a un Centro Residencial de Primera Acogida.
Fuentes de Aena (que se encarga de la limpieza, el mantenimiento y las actuaciones en el Aeropuerto) han dicho a Europa Press que siempre buscan soluciones para casos como estos, junto a los servicios sociales de las administraciones públicas implicadas.
Los cinco ocupantes
En la planta 3 está viviendo una pareja joven tras años en la calle y que guarda allí sus pertenencias en un cubículo donde han creado su hogar desde este verano, pero rechazan trasladarse a un albergue temporal; entre otros motivos, porque tienen perros a los que no quieren abandonar.
Han asegurado que el servicio de limpieza les ordenó retirar las telas y lonas que habían colocado en la red que cubre el parking, para «resguardarse del frío y tener más intimidad», ya que se les podía ver desde fuera.
También han explicado que el edificio se limpió la semana pasada durante unos cuatro días: varios camiones retiraron los desechos que había en las plantas, y ellos mismos les ayudaron a recoger porque la suciedad se acumula «desde hace muchos años».
Según ellos, los trabajadores les dejaron quedarse con algunas pertenencias, como las bicicletas y carros que usan para buscar agua y comida, aunque en un principio les pidieron retirarlas.
En la penúltima planta, en el vestíbulo anexo a los ascensores, dos personas de mediana edad se han creado su estancia con colchones y pertenencias.
Ambas viven allí desde hace dos años y sí han aceptado apuntarse en la lista de espera para hospedarse en un albergue, ya que su estado de salud es delicado y ya no tienen «ni luz ni agua» por el robo del cableado y los grifos, según han explicado a Europa Press.
Hay una quinta persona, joven, que vive allí desde 2020 y que rechaza un albergue pero, a la vez, pide alternativas de la administración pública para él.
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