Vitaly es un joven ruso, de 28 años de edad, que llegó a Sevilla cuando tan solo era un niño a través de una asociación hispano-rusa dedicada a recoger a menores de orfanatos para pasar el verano en España con familias de acogida como la de Carmen, quien lleva meses pidiendo ayuda al Gobierno para que le dejen regresar a nuestro país. Aquí pasó buena parte de su infancia y se siente «más español que ruso». De momento, «nos han negado el visado turístico que hemos solicitado, con todos los papeles que demuestran su arraigo».
Carmen reclama al Ministerio de Interior que permitan a Vitaly volver a Sevilla, donde quiere trabajar y «ser uno más». En una entrevista concedida a Europa Press, visiblemente emocionada, ha pedido a los dirigentes políticos «humanidad», y que, «con la mano en el corazón, piensen que tienen un hijo en esta misma situación. Somos su familia y queremos que esté aquí».
Mientras tanto, Vitaly permanece en Asia, en un país que no desea desvelar por motivos de seguridad, a la espera de que se resuelva favorablemente su estado. Allí se trasladó procedente de Marruecos, dada su cercanía con España y adonde viajó desde Rusia ante el temor fundado de que le obligaran a alistarse en el Ejército y combatir en Ucrania.
Su familia lo ha intentado todo, pero hasta el momento sin éxito, por lo que no es muy optimista. Pese a todo, seguirán insistiendo lo que haga falta. «Hemos hablado con el Consulado español en Marruecos, con el Ministerio del Interior y hasta con el Defensor del Pueblo», destaca Carmen. «Tenía un abogado especializado en extranjería porque queremos que esté en situación regular mientras se aclara todo. Siempre hemos ido con la verdad por delante».
Carmen dispone de un acta notarial en el que «me comprometo a todos sus gastos del día a día que sean necesarios mientras tiene un trabajo aquí, pero me dijeron que no le pueden dar asilo». Los trámites para que Vitaly pueda residir en nuestro país se iniciaron hace ya un tiempo. «Estábamos arreglando la documentación cuando ocurrió lo de Ucrania. Conseguimos que saliera de Rusia porque tenía todas los papeles para ir a la guerra».
Vitaly llegó con ocho años. Carmen se había quedado viuda y sus tres hijos ya eran mayores, por lo que la idea que le trasladaron desde la asociación hispano-rusa le pareció «estupenda». La relación con el niño al comienzo no fue fácil. «Era muy travieso y me ponía a prueba todo el rato. A mi hija la llamaba mamá. No quería que tomarara cerveza porque su madre biológica era alcohólica y traía muchos traumas de aquella época». Sin embargo, su adaptación fue total. Estudió en el colegio público de la barriada de Santa Clara y «aquí todos le conocen».
Después de aquel primer verano en nuestro país, Carmen fue a visitarlo a Rusia. «Tenía claro que debería quedarse con nosotros. No obstante, su abuelo, después de años de olvido, quiso que siguiera en el orfanato». Con 14 años, y tras obtener un permiso notarial, vino a estudiar a Sevilla, terminó sus estudios de instituto e hizo un curso de cocina en la escuela de hostelería Gambrinus.
Tras terminar su formación académica y ya con 22 años se marchó a Rusia porque conoció una joven, «si bien su idea era regresar antes o después». No en vano, antes de que ello ocurriera, «como tenía un buen sueldo, se había planteado comprarse un piso aquí». «Vitaly podría tener un contrato de trabajo que no pudiera desempeñar ningún español, según nos dijeron las autoridades, pero no es el caso, ya que cocina es un empleo muy demandado. Él no viene a pedir nada al Gobierno, tan solo desea trabajar y ser uno más», concluye.
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