La exposición, según han explicado desde el museo, constituye «una gran oportunidad para descubrir el hilo conductor» de la actividad de la artista, como es «crear pinturas evocadoras que guardan relación con la experiencia humana».
Recientemente, Yiadom-Boakye ha retomado los dibujos al carboncillo, que producen «una sensación de inmediatez debido a su íntima escala y su aire de improvisación». «Viéndolos conjuntamente con las pinturas, se hace patente la profundidad y el hábil manejo de los distintos soportes por parte de la artista», han explicado desde el Guggenheim.
Además, su doble faceta de artista y escritora puede apreciarse en los imaginativos títulos que, «más que explicar, acompañan a sus pinturas, invitando a la reflexión». Los detalles, como la ropa o el vestuario, el calzado o la ausencia de este de sus figuras, que no corresponden a modelos reales, no permiten situar las obras en un espacio o tiempo concretos.
Lynette Yiadom-Boakye (Londres, 1977) es conocida por sus pinturas de personajes atemporales captados en momentos cotidianos de «felicidad, camaradería y soledad». Los «exuberantes» óleos de la artista británica retratan, con pinceladas sueltas, a personajes ficticios sobre fondos teatrales.
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