La fotoperiodista Eva Máñez expone en el Centre del Carme Cultura Contemporània (CCCC), a través de sus fotografias, la «valentía» de las mujeres que «guardaron la memoria» de las personas represaliadas por el franquismo, así como una muestra documental de los trabajos para recuperar los restos que acabaron en las fosas comunes del cementerio de Paterna. «Una historia que estaba llena de silencios y de miedos» y ahora se desentierra para «acabar con la impunidad», «cerrar las heridas» y «poder crecer como sociedad».
Así lo ha explicado en la presentación de la exposición 'Paterna. Memòria de l'horror. Las mujeres, guardianas de la memoria', una rueda de prensa en la que Máñez ha estado acompañada por Encarna Tarín, Cruz Alemany y Lourdes Ripoll, tres de las protagonistas de los más de 60 testimonios que muestran la lucha de las descendientes de los fusilados. Ha participado también en el acto el director del CCCC y del Consorci de Museus, José Luis Pérez Pont, y el responsable del Aula Didáctica de Memoria Democrática, Juan Salazar.
La exhumación de las más de cien fosas comunes de Paterna, con 2.238 fusilados por el franquismo, comenzó en 2016 y, desde entonces, Máñez ha estado documentado esta labor para diferentes medios locales, internacionales y nacionales. Son las imágenes que componen la primera parte de la muestra 'Paterna. Memòria de l'horror. Las mujeres, guardianas de la memoria' el CCCC.
Además, durante este tiempo se fue «encontrando con mujeres» que eran hijas, nietas, bisnietas o sobrinas de las víctimas y empezó a preguntarse cómo vivieron las mujeres el «doble estigma por ser 'rojas', cómo tiraron adelante las familias» cuando ellas «no podían tener dinero, propiedades, cartillas de banco, les rapaban el pelo, les intentaban quitar a sus hijos y las sometían a violencia sexual y otros tipos de violencia», ha planteado la fotoperiodista.
Por ello, además de las fotografías la exhumación, dedicó el verano de 2021 a entrevistar a estas mujeres y sus descendientes. «Preguntarles: '¿qué hizo tu abuela?'», comenta. El resultado son las 60 historias y retratos que pueden contemplarse en el CCCC y en los que hay tres generaciones de mujeres.
«La primera generación es la que resistió, lo único que podían hacer era apretar los dientes y seguir hacia delante. La segunda generación es la del silencio, solo tiene huecos vacíos. La tercera es la de mujeres ya educadas en democracia, que necesitamos saber, cerrar estas heridas para poder crecer como personas y también como sociedad democrática. Tenemos que llenar esos silencios, acabar con la impunidad», ha reclamado Eva Máñez.
Se estima que la Guerra Civil y el franquismo dejaron más de 130.000 personas desaparecidas. «Cuando hablamos de estas cosas, estamos hablando del futuro de la sociedad, la que queremos. Una democracia plena necesita poder cerrar todas estas heridas, que no haya fosas comunes ni desparecidos», ha subrayado la también comisaria de la exposición, que pone en valor la importancia de que la muestra esté acompañada de un programa de actividades didácticas para estudiantes de institutos que puedan conocer estas historias.
Máñez ha dado las gracias a «todas y todos los familiares que han sido tan generosas y valientes de contar una historia que estaba llena de silencios y de miedos». Además, ha extendido el agradecimiento al CCCC; la Conselleria de Memoria Democrática; la Plataforma de Familiares de Víctimas del Franquismo en Fosas Comunes de Paterna; las aportaciones de los historiadores Vicent Gabarda y Ana Aguado al libro que acompaña la muestra; la de Esther López Barceló que ha realizado el prólogo del libro, a los arqueólogos de Arqueoantro, y a todas las asociaciones memorialistas.
"si pudiera me llevaba a mi abuelo, pero sola no puedo"
Encarna Tarín aún espera a que se inicien las excavaciones de la fosa 62, en la que está su abuelo materno, Simón Martínez Navarro. «Si pudiera, me lo lleva adonde yo vivo», ha explicado a Europa Press, «pero yo sola no puedo y tampoco conozco a nadie más de esta fosa».
Su madre, que era «muy muy valiente», siempre le contaba la historia de Simón, detenido y llevado a la cárcel modelo y a San Miguel de los Reyes, lo condenaron a muerte. Su madre estuvo recogiendo firmas para sacar a su padre pero la detuvieron y las rompieron. El asesinato de Simón Martínez Navarro dejó a su esposa sola con cinco hijas y dos hombres, que pasaban «muchísima hambre» y sobrevivían cosiendo. «La Guardia Civil se quería llevar la máquina de coser», relata Encarna Tarín, que recuerda cómo el humor de su abuela era agrio y entiende el motivo.
A raíz de participar en esta exposición ha conocido por primera vez a mujeres con historias similares a la suya, pero antes «creía que estaba sola», sabía que había algunas pero nunca imaginó que tantas. Destaca que sus rostros y sus historias están unidas en la exposición como si fueran un acordeón de papel, porque «juntas son una, todas tenemos en común un muerto, una vida truncada». Hablar de ello y conocer a otras le ha «quitado un peso de encima» y ha sido «una liberación».
«Solo pienso en mi madre, que ojalá hubiera vivido esto conmigo. Ella le llevaba flores a mi abuelo y las escogía con los colores de la bandera republicana, pero las mezclaba. Aún no habíamos salido por la puerta del cementerio y ya las habían tirado», lamenta.
"el miedo atroz"
Por su parte, la profesora de Paterna Cruz Alemany descubrió en 2018 la historia «silenciada» de su tío abuelo cuando empezaron las exhumaciones de su fosa 128. Fue fusilado «simplemente por ser de izquierdas» en 1941 y no ha podido recuperar sus restos porque la muestra de ADN de su padre --sobrino de la víctima-- no es suficiente. Por ello busca a sus primos, un periplo que la ha llevado hasta Madrid y a digitalizar la documentación del juicio sumarísimo con pena de muerte de su tío.
«Lloré un montón el día que lo leí con las declaraciones de su madre. Mi padre hablaba mucho de su abuela, ¿cómo puede ser que le mataran a un hijo con 27 años y no les contase nada?», se pregunta, pero también ella misma se contesta: «Por el miedo atroz». Alemany insiste por ello en la importancia de una «memoria colectiva que es de todos». Ahora, como educadora, es integrante de la Xarxa Educació i Memòria, y reivindica que historias como la de su familia se cuenten en las aulas.
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