Los agentes han incautado más de 300 gramos de heroína, 200 de cocaína, dos plantaciones de marihuana con cerca de mil plantas, 62.000 gramos de marihuana en cogollos, cuatro armas cortas, una escopeta, dinero en efectivo y nueve vehículos de alta gama. A los detenidos se les imputan los delitos de tráfico de drogas, pertenencia a grupo criminal, tenencia ilícita de armas, elaboración y cultivo de marihuana y defraudación de fluido eléctrico.
El origen de la investigación se remonta a principios de este año, tras detectarse un aumento de personas que acudían a la Cañada Real, lo que llevó a Guardia Civil a establecer dispositivos de vigilancia que les permitieron identificar a los miembros de tres clanes distintos, asentados todos ellos en la Cañada Real.
Estos grupos no solo se dedicaban a la distribución de todo tipo de sustancias estupefacientes sino que incluso tenían plantaciones de marihuana distribuidas en varias viviendas.
Niños como sistema de alarma
La investigación se vio dificultada por las extremas medidas de seguridad que tomaban los miembros del grupo dado que cambiaban de manera habitual de terminales telefónicos realizando viajes «a ningún sitio» en vehículo.
También utilizaban a los niños y mujeres de la Cañada para vigilar los accesos cuando realizaban alguna transacción importante, quienes alertaban de la presencia policial. Les usaban además para la ocultación de la droga.
Tras horas de investigación, los agentes lograron identificar a todos los miembros del grupo, con «una férrea estructura» liderada por un matrimonio. Sus dos hijos estaban en el escalón inferior y juntos se encargaban de abastecer de la heroína a los traficantes de la Cañada.
Los investigadores han logrado detener al suministrador, un conocido de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, así como a los colaboradores que le ayudaban en las tareas de transporte e introducción de las sustancia estupefacientes en la Cañada Real Galiana.
Habitaciones habilitadas para el consumo
El entramado contaba con siete viviendas desde las que distribuían la droga, tenían las plantaciones y donde incluso se habían habilitado habitaciones específicas para que sus clientes pudieran consumir en el interior.
Algunas de las viviendas eran facilitadas por los cabecillas del grupo a cambio de que vendieran la droga o se encargaran del cuidado y la vigilancia de las plantaciones.
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