El escritor barcelonés Miqui Otero acaba de publicar la novela 'Orquesta' (Alfaguara) en la que la música actúa como narradora en una historia ambientada en una verbena popular en un lugar indeterminado de Galicia y con la que que aborda diversos temas sociales: «Interpretamos la vida como podemos, con los instrumentos que tenemos a mano».
En una entrevista de Europa Press, ha remarcado que la orquesta de la novela no es la que está sobre el escenario, sino el coro de personajes que está debajo bailando y sobre los que fluye la música, que acaba siendo «el pegamento que une a todos».
En la novela coral 'Orquesta' aparecen personajes de la aldea desde diferentes épocas, desde un hombre de 100 años, la primera madre soltera del lugar o un feto, que comparten vínculo con el territorio pero son muy distintos entre ellos, y con los que Otero ha querido crear más desde una idea de colectivo que desde la individualidad.
Otero (Barcelona, 1980) ha explicado que, tras novelas de formación como 'Simón', ha querido tomar otro camino y observar cómo se trenzan complicidades entre los personajes y que para ello la música como narradora le servía: «La música popular es el esperanto» entre los personajes.
En la novela aparecen temáticas que le preocupan, y ha lamentado que la sociedad «cada vez está más segregada en burbujas», ya sea en el plano generacional, estético o de clase, y que en esta novela ha buscado reventarlas y crear.
Por eso, la novela se sitúa en una verbena popular en una aldea de un valle gallego, donde «se pueden encontrar todo tipo de personas».
Del pasodoble a rosalía
El autor de 'La cápsula del tiempo' también se ha referido a usar la música como narradora como un reto «estimulante», y con la que ha querido que se paseara por el interior y el exterior de los personajes.
Ha dicho que la música va narrando la verbena, con canciones que van del pasodoble a Rosalía, y sirve para celebrar la vida y la muerte en la novela, y por ella va avanzando la historia del lugar, por donde pasan desde los maquis de la posguerra hasta la actualidad.
En este recorrido surge lo real pero también «empiezan a colarse una serie de leyendas y conocimiento rural», que solo manejan los ancianos y los niños quieren creerse.
El escritor ha encarado con respeto y prevención el hecho de ambientar una novela en el campo procediendo de la ciudad, aunque su memoria sentimental esté ligada al territorio, y ha añadido que incluso alguno de los personajes la cuestiona: «No desmitificar este entorno, pero tampoco glorificarlo».
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